martes, 3 de mayo de 2011

EL CAMBIO SEMÁNTICO TEMA 9


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Cambios semánticos



Situación y contexto

Inicio El contexto es uno de los factores fundamentales que intervienen en la comunicación. Un mensaje como «Un clavo» no significa lo mismo si lo emite un conductor que está indagando por qué se ha pinchado la rueda de su automóvil, que si lo emite un carpintero dirigiéndose a su ayudante. El contexto que está constituido por la situación en que se emite el mensaje (y que, en los anteriores ejemplos, hace significar a éste cosas tan distintas como Ha sido un clavo y Dame un clavo) se denomina contexto de situación o simplemente situación, y es de naturaleza extralingüística. Pero toda palabra va inserta también en una secuencia de palabras con las que forma una oración, y que constituyen su contexto lingüístico (o simplemente contexto). Este contexto contribuye, en muchas ocasiones decisivamente, a determinar el valor con que se utilizan las palabras. Comparemos estas oraciones: Voy a dar un paseo y Me lo encontré en el paseo. Si comprendemos que paseo significa en ambas oraciones cosas distintas es gracias a que los contextos de dicho nombre son diferentes, y le hacen significar, en el primer caso, 'acción de pasear', y, en el segundo, 'lugar destinado en las poblaciones para pasearse'.

Denotación y connotación

Inicio Llamamos denotación al significado de una palabra tal como éste se presenta fuera de cualquier contexto. Por ejemplo aurora denota la parte del día correspondiente a la salida del sol, y es así como se define en los diccionarios. Pero esa palabra puede llevar adheridas otras significaciones subjetivas para un hablante, el cual asociará tal vez aurora con ciertos significados como 'esperanza', 'comienzo de una nueva vida', 'iniciación de buena suerte, tras haberla tenido mala', etc. Estos significados subjetivamente añadidos a la denotación constituyen la connotación (= con notas adicionales) del vocablo, la cual no puede ser registrada por los diccionarios.
La connotación posee gran importancia en el lenguaje poético; el poeta emplea palabras con sentidos subjetivamente adheridos. Así, García Lorca suele asociar la denotación del adjetivo verde con la connotación personal de «muerte».

El cambio semántico

Ya hemos visto que la relación significante-significado no es unívoca en muchos vocablos. Y tampoco es constante. En efecto, son muchas las palabras que, manteniendo en el idioma su significante, han cambiado de significación con el correr del tiempo. El cambio de significación de las palabras se denomina cambio semántico.

Causas del cambio semántico

El contexto. En efecto, una palabra que va muy a menudo junto a otra en la frase, puede «contagiarse» del sentido de esta última. Así, puro ha pasado a significar un tipo de cigarro a partir del sintagma cigarro puro, en donde el adjetivo puro tenía su sentido originario de 'sin mezcla'. De igual modo, aparato (¿Quién está al aparato?) ha adquirido el significado de 'teléfono' por su frecuente convivencia con este concepto en la construcción aparato telefónico.
Factores históricos. Una cosa puede cambiar de forma o de uso, y puede llegar a ser otra completamente distinta, a pesar de lo cual sigue siendo designada con el viejo vocablo. Nada tiene que ver (salvo su finalidad) la moderna pluma de escribir con la antigua pluma de ave utilizada para ello. El retrete era antiguamente una especie de cuarto de estar íntimo; pero cuando en el siglo pasado se instaló la letrina en las casas se colocó en el retrete, y este vocablo cambió de significación.
Factores psicológicos. La repugnancia o el asco que inspiran ciertos animales explican su aplicación para definir a las personas con intención vituperadora: reptil, sapo, buitre. Otras cualidades que se les atribuyen han permitido el cambio semántico de burro, asno, lince, ardilla, león, hormiga, cordero, etc., aplicados también a personas. La ironía colectiva no cesa de inventar términos para la 'embriaguez': tablón, tajada, merluza, mona, etc.
Factores sociales. Son múltiples. Así, vocablos empleados en un círculo restringido (tecnicismos a veces) son utilizados por hablantes de otros círculos, haciéndolos cambiar de significación; ésta suele resultar ampliada. Así, plural, que es un tecnicismo de los gramáticos, ha pasado a significar 'variados' en frases como las fuerzas plurales que apoyan al gobierno y ha servido para forjar el vocablo pluralismo (político). A la inversa, una palabra de la lengua general especializa su significado cuando se adopta por un grupo social más restringido. Tal aconteció con faena ('quehacer, trabajo') al introducirse en el nivel léxico propio de los toreros y de los aficionados a los toros. O con peón, afición, (traje de) luces, pica, picador, etc., dentro de ese mismo léxico taurino.
Los prejuicios de clase o grupo social determinan también importantes cambios semánticos. Al desprecio que merecían los villanos ('habitantes de una villa') a los aristócratas y a los ciudadanos se debe el sentido peyorativo de tal voz. Ser un gitano o carretero o gañán o judío obedece también a tales prejuicios.
Entre los más importantes cambios semánticos inducidos por factores sociales están los que dan lugar a los eufemismos.

Tabú y eufemismo


Efectivamente, el pudor o la elegancia, la superstición, el temor, la intención política, etc., pueden impedir nombrar una cosa o una acción con su vocablo propio; cuando hay que nombrarla, se echa mano de otra, que, por tanto, cambia de significación. La cosa o acción que no puede ser nombrada se denomina con un término polinesio, tabú ('sagrado, prohibido'), y la palabra que sustituye a la prohibida, mutando así su significado, recibe el nombre de eufemismo.
Son eufemismos palabras como servicio ('retrete'), estado interesante ('preñez'), hacer de vientre, dar a luz, pipí, etc., cuyas razones son obvias. Motivos supersticiosos explican el empleo de bicha por 'culebra'; razones sociopolíticas el de conflicto laboral por 'huelga', reajuste por 'subida de precios', etc.; y simplemente piadosas tránsito por 'muerte', invidente por 'ciego', subnormal, retrasado por 'anormal'.

Clasificación de los cambios semánticos


Tradicionalmente, los cambios semánticos se clasifican desde un punto de vista lógico o desde un punto de vista psicológico.

Clasificación lógica


Se basa en el hecho de que una palabra, al cambiar de significado, puede ampliarlo o restringirlo de extensión. Es decir, puede aplicarse a más o a menos objetos.
Cambios con ampliación de significado se han producido en palabras como maestro (antes 'maestro de escuela'), artista (ampliado hasta incluir actores, cantantes y artesanos), pastor ('ministro religioso'), romántico (antes, un estilo del siglo XIX), laureles ('honores'), granada ('explosivo'), araña ('lámpara'), pastelero ('acomodaticio'), etc.
Se han producido cambios con restricción de significado en república (antes, cualquier forma de estado o de gobierno), atuendo (fue, primero, el conjunto de muebles, ropas... que llevaba el rey en sus desplazamientos), lidiar (antes, 'combatir'), banderilla (antes, 'cualquier bandera pequeña), etc.

Clasificación psicológica


Esta clasificación atiende a los parecidos o semejanzas que la actividad espiritual de los hablantes advierte, bien entre los significados de las palabras (y se produce entonces la metáfora o la metonimia), bien entre sus significantes (el caso más claro de esto último es la etimología popular).

Metáfora y metonimia


El cambio semántico suele enriquecer el idioma de modo económico: un significante recibe nuevos significados, lo cual nos ahorra la necesidad de aprender palabras nuevas. El fenómeno por el cual una palabra posee diversos significados se denomina polisemia. A favorecer ésta contribuyen eficazmente la metáfora y la metonimia.
Por supuesto, la polisemia tiene un límite; si proliferara mucho, caso de las palabras «comodín», llegaríamos a no poder entendernos.
La metáfora (palabra griega que significa 'transposición') permite aplicar el nombre de un objeto a otro con el cual se observa algún parecido. Así, pata (de silla, mesa, banco, etc.) por similitud con las patas de los animales; cabeza (de aguja, clavo, grano, etc.) por semejanza con la de una persona o animal; araña 'lámpara', porque sus brazos evocan las patas de ese animal; red de ferrocarriles, de teléfonos, etc., porque, dibujada en un mapa, parece efectivamente una red; lecho y boca de un río, ojo de una aguja, cola ('fila'), etc.
La metonimia ('cambio de nombre') se basa también en una asociación de ideas; pero los objetos asociados no se parecen, sino que existe entre ellos una relación de contigüidad. Es la relación que hay, por ejemplo, entre un lugar y un objeto que se produce en él o se inventó en él: coñac, jerez, champán, etc. O la que permite hablar de los pies de la cama, por la contigüidad con nuestros pies cuando nos acostamos, etc. Gran número de metonimias se debe a que:
  • designamos una parte del todo con el nombre de otra parte; así, si me tomo una copa, designo el licor con el nombre de la vasija;
  • designamos al todo con el nombre de una parte; cabezas de ganado, almas, espada, lienzo;
  • designamos una parte con el nombre del todo: mortales.
Estos dos últimos tipos de metonimia se denominan sinécdoque; pero el término parece modernamente innecesario.

La etimología popular


Otros cambios semánticos se deben a que los hablantes creen percibir familiaridad entre dos palabras porque sus significantes son parecidos, y una contagia su sentido a la otra, aunque no tengan ningún parentesco etimológico. Este fenómeno se denomina etimología popular. Es el caso de anteostianum ('ante la puerta') que deriva por influencia de alto en altozano.

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