Manipulaciones.
Míralos
-dice el oso-
míralos
como brillan
cuando
en sus escamas
reluce
la luz del día.
No
te dejes llevar
por
su bonito esplendor
pues
cuando menos lo esperas
te
hacen un gran dolor;
pues,
escúchame, pequeño oso,
fiarte
de un pez no debes
que
si ellos respirar no pueden
es
porque el Señor no lo quiere.
Dicho
esto,joven oso
deberías
hacerme caso
y
meter tu zarpa en el fango
para
capturar algún rico pescado.
Pero,águila,
cómo
voy a hacer semejante maldad
a
tan bonitos animales
que
no pueden traernos males
Mejor
atajar con el mal ahora
que
esperar a que suceda,
joven
oso,no dejes para mañana
lo
que hoy hacer debas.
El
pequeño oso
convencido
por la labia del águila
y
presionado por tanto acoso
decide
acatar la orden
No
hace más que sacar el pez del río
cuando
la malvada águila lo roba
y
se marcha
dejando
solo al pobre oso.
Sabiéndose
éste en pecado
espera
ser por los peces perdonado
pues
estos ahora lo miran con miedo
convencidos
de que acabará con ellos
Oh,
bellos peces
perdonad
mi osadía
pues
no quise jamás
acabar
con una vida
Difícil
para los peces es
perdonar
acción tan cruel
pues
oso ya sabía de antes
que
nunca un pecado había cometido ningún pez
Así
el oso se lamentaba,
mientras
los peces lloraban,
mientras
el águila disfrutaba
de
su malvada hazaña.
No
te dejes convencer
por
quien tu amigo finge ser.
La
yegua y el caballo.
Con
grácil y hermosa pose
caminaba
la yegua a galope
por
el sendero empedrado
buscando
algún nuevo prado.
Pues
libre era ella
como
el blanco de su pelaje,
como
su larga melena.
Mas
sabiéndose bella,
la
yegua andaba altanera,
sin
mirar nunca hacia abajo
sin
importarle si pisaba
una
flor o un hierbajo.
Tanto
era su ego
que
ni miró una vez al suelo
mientras
andaba sobre este sendero
que
tantas piedras tenía.
Y
como es de suponer,
la
yegua no pudo hacer menos
que
tropezar y caer,
dañando
una de sus delicadas patas.
La
pobre yegua gritó y pidió
ayuda
a pleno pulmón.
Pero
tan peligroso era el camino,
que
difícil era encontrar en él un amigo.
Al
llegar la tarde,
la
desesperada yegua escucha
un
trote por el sendero
que
se acerca a ella con paso sereno.
¡Sorpresa!
¡Un joven caballo forastero!
Alegrada
de haber encontrado a alguien
la
blanca yegua no duda en pedir ayuda.
Pero
menos duda el caballo
de
pelaje castaño
en
acercarse a tan hermosa criatura.
Tal
es el esplendor
que
la yegua causa en el corcel de pelaje marrón,
que
éste no tarda en prestarle su atención.
Nada
más curada
la
joven yegua decide ponerse en marcha.
Sorprendido,
el caballo le reprocha,
'Pero
Yegua,yo te he ayudado,
a
cambio, tú deberías permanecer a mi lado
durante
muchos años
para
tener una familia,
y
ser felices en algún prado'
La
yegua,ya recuperada
volviendo
a caminar con la cabeza alta
le
responde
'Pides
mucho,apuesto caballo,
pues
mi libertad no es ningún regalo.
Yo
te agradezco tu ayuda
pero
no mereces nada más a cambio'.
Y
sin más
la
yegua vuelve a caminar
en
su marcha por el sendero
dejando
atontado al joven caballo.
Es
de ser bien nacidos
el
ser agradecidos.
108 versos.
Marta Victoria Peláez. 3ºD
Cada vez quedo más perplejo
ResponderEliminary mi dicha es mayor
cuando veo y cotejo
vuestra soltura y manejo
de la poesía en arte menor.
Has conseguido aunar
en dos hermosas fábulas
maestría y arte sin par
y por ello,un 10 sin máculas