domingo, 9 de diciembre de 2012

No todo es poder

             Estaba oscureciendo y cada vez entraba menos luz por aquella ventana, por suerte, él estaba terminando su trabajo. Tras varios meses había conseguido terminar de copiar aquel libro tan valioso y que tenía tanto poder, porque tenía una valiosa información y cualquiera lo querría tener… Ahora debería esconderlo para que nadie lo encontrara.

                Encendió una antorcha y salió de la habitación. Recorrió los largos pasillos del monasterio e intentó no hacer ruido porque no quería llamar la atención ni ser visto. Llegó a su destino sin cruzarse con nadie. Abrió la puerta de una pequeña habitación en la que nadie entraba y a la que solo él tenía acceso. Abrió la trampilla que había bajo un alfombra y empezó a bajar escaleras, la antorcha iluminaba muy poco y solo veía sus pies. Finalmente, dejó la antorcha a un lado, cogió el libro y lo guardó en un baúl. Salió de aquella habitación después de subir todos los escalones. Ya había terminado el trabajo que le habían encomendado y lo había guardado en un lugar en el que nadie pudiera encontrarlo a menos que él quisiera. El monje no debería volver a preocuparse por ello o eso pensaba él.


                Muchos años después, todavía en la Edad Media, había un rey en el reino de León al que le gustaba que todo estuviera perfecto. Un día se encontraba mirando desde su ventana su reino.  La gente se levantaba temprano para ir a trabajar y no volvían a sus casas hasta tarde, algunos trabajaban en el pueblo y otros en el campo. Al rey le parecía que estaba todo muy bien organizado pero entonces vio algo que no le gustó tanto. Un caballo acababa de salir de los establos y se dirigía a los campos de cultivo. Después vio a un joven muchacho salir corriendo de allí intentando parar al caballo sin mucho éxito.

-Encerrad a ese caballo en su cuadra y traedme al causante de todo esto. Aseguraos de que no haya destrozos en ningún lado.  –Ordenó el rey a tres de sus siervos que se encontraban a su lado.

             Dos de ellos se dedicaron a coger al caballo, que no opuso demasiada resistencia. El otro se fue a los establos donde encontró a un joven escudero intentando arreglar la puerta de una de las cuadras.

             -¿Eres tú es causante de todo esto? -le preguntó el siervo al llegar.

             -Sí señor –dijo algo avergonzado –No era mi intención, la puerta se rompió y
             -No quiero que me des explicaciones, dáselas al rey –le dijo -¿Cómo te llamas?

             -Fernando, señor.

             -Bien, acompáñame, vamos al castillo.

El siervo le hizo una seña al escudero para que le siguiera. Los dos se dirigieron hasta el castillo del rey. El siervo andaba con paso decidido y rápido hacia el salón en el que se encontraba el rey, sabía que a él no le gustaba que le hicieran esperar, se salía de su perfección. El escudero le seguía sin decir nada, iba detrás de él pero observándolo todo. Era la segunda vez que entraba en el castillo, la primera fue hace mucho tiempo y ya no se acordaba prácticamente de nada y por supuesto no se había adentrado tanto como lo hacía ahora. Todo esto le parecía un laberinto, había muchos pasillos, iba pasando por uno y otro y todos le parecían iguales ,igual de altos , de oscuros ,de largos… menos mal que estaba con alguien porque ese lugar le daba miedo y no le gustaría perderse allí.

                Siguió caminando detrás del siervo del rey mientras miraba a todos los lados hasta que se dio cuenta de que el siervo se había parado y casi se chocaba con él. Se encontraban delante de una enorme puerta, tocaron varias veces y alguien les abrió desde dentro. Entraron en una gran  sala en la que entraba un poco de luz por las ventanas, llegaron hasta el fondo de ella y llegaron a donde se encontraba el rey, que les estaba esperando.

-¿Eres tú el causante de que un caballo haya salido de su cuadra y haya causado los destrozos de todos los lugares por los que ha pasado?- preguntó el rey después de presentarse, dar uno de sus característicos discursos sobre cómo deben estar las cosas para mantener el poder y que se deben tomar todas las medidas necesarias para conseguirlo.  El mismo que todos los presentes en aquella sala se sabían de memoria por todas las veces que lo habían oído, menos el escudero, que no le encontró ningún sentido.

-Sí, mi señor, he sido yo –respondió el algo incómodo y confuso por el estado en el que se encontraba, no sabía qué responder y tampoco estaba seguro de haber provocado todo eso, solo sabía que se le había escapado su caballo porque la puerta estaba rota y que ahora se encontraba allí ,delante del rey sin saber qué decir.

-Bien, lo primero es reconocer los errores ,deberías saber que… -el rey se cayó cuando uno de las hombres que se encontraba a su lado carraspeó un poco ,estaba a punto de dar otro discurso y al darse cuenta paró de hablar. -…Em, debes de pagar por  ello, así que durante esta semana deberás realizar una tarea que propongo para ti. Por cierto ¿Cómo te llamas? –preguntó

-Me llamo Fernando ,señor

-Muy bien Fernando, puedes retirarte.

Cuando salió de aquel castillo se fue de nuevo a la cuadra de donde había salido el caballo. No se esperaba que hablar con el rey fuera así, en realidad nunca se había parado a pensarlo, pero estaba seguro que no sería así. Tampoco sabía qué era lo que tendría que hacer para él , pero dentro de tres días debería volver al castillo. Cuando llegó se dio cuenta de que alguien había arreglado la puerta y el caballo estaba dentro, le puso un puso de comer y lo acarició. Después se volvió a su casa allí no tenía nada más que hace por hoy.

Al día siguiente Fernando se levantó temprano. Después de dar un largo paseo por los alrededores del pueblo llegó hasta los establos en los que se encontraba el caballo que tantos problemas le causó el día anterior. Se dedicó a limpiar la cuadra como solía hacer todas las mañanas antes de que llegara Alfonso, el caballero que le estaba instruyendo. Después pasaría una mañana haciendo alguna tarea que le encomendase. En realidad Alfonso le tenía a él como si fuera un inútil  y como si no supiera hacer nada. En realidad era un poco patoso pero se avergonzaba de ello y quería ser mejor para que Alfonso le tomara en serio y pudiera ser un caballero y poder ir a las batallas.

 Por eso cuando a Alfonso le llegó la noticia sobre lo que había ocurrido lo único que hizo fue reírse de su escudero y cuando le dijeron que no iba a estar con él durante unos días hasta se alegró, porque se sentía muy superior a él y que estaba perdiendo el tiempo enseñándole cosas a un chico que no entiende de nada.

Al día siguiente por la tarde Fernando se dirigió a la plaza del pueblo, había escuchado esa mañana que un juglar bastante conocido por la región iba a ir a la plaza para contar alguna de sus historias y él no se lo iba a perder, así se saldría un poco de su rutina, aunque iba a cambiar dentro de poco porque al día siguiente volvería a ver al rey.

El juglar contó muchas historias, algunas trataban de guerras y otras de amor, pero la que más le llamó la atención al juglar fue la última que contó. Trataba sobre un hombre muy poderoso y rico que poco a poco empezó a volverse loco, el juglar contaba que conocía a un mago que le había proporcionado un libro que contenía todo el poder, por lo que una vez abierto, el hombre que lo leía encontraba trucos para ser más poderoso ,pero eso no le bastaba y quería más poder. Ese hombre se volvió loco porque deseaba mucho más poder del que poseía pero ya no lo podía conseguir tan fácilmente, hasta que un día murió de desesperación. Muchos quisieron su poder y buscaron el libro, pues no sabían que este era la causa de la muerte de aquel hombre tan poderoso, pero nunca lo encontraron, el libro había desaparecido.

-Oiga, ¡espere!- le gritó Fernando al juglar cuando este ya se marchaba a una posada después de haber terminado su trabajo.

-¿Me llamabas a mi? –le preguntó el juglar.

-Sí, un momento –hizo una pausa para recuperarse de su carrera por alcanzarle – ¿la última historia que contó era cierta?

-Bueno, esa es la gracia de la historia, nadie sabe si es cierta o no.

-¿Entonces no sabes nada de su origen? ¿no sabes de dónde vienen las historias que cuentas? Yo no había escuchado ninguna historia parecida –le dijo Fernando.

-La verdad es que esa historia me la contaron hace mucho tiempo y cada juglar cuenta las cosas a su manera, así que sería difícil conocer su origen y si es cierta o no. Mira ahora tengo que irme, adiós muchacho.

-Espere ¿cuánto tiempo va a estar por aquí?

-Supongo de dos días, después me iré al pueblo vecino –le respondió el juglar y después se alejó hasta la posada en la que se iba a alojar.

Fernando se dio la vuelta para volver a su casa puesto que hacía mucho tiempo que había oscurecido. Tenía la extraña sensación de que alguien le seguía, miró hacia atrás pero no vio a nadie. Cuando estaba llegando a la plaza escuchó unos pasos que corrían y se alejaban de él, miró hacia atrás y consiguió diferenciar la figura de una mujer que se alejaba de donde estaba él.

Al día siguiente Fernando se presentó en el castillo y el rey ya tenía una misión para él. Le habían llegado noticias sobre el juglar que había estado en la plaza la noche anterior y también sobre la última historia que contó. Al parecer también le había llamado la atención y exigía saber todo sobre  esta. Fernando le aseguró que solamente era una historia y que probablemente sería mentira pero este no le hizo caso. Debía tener algún buen motivo si le preocupaba tanto, seguramente se salía de su perfección, al igual que él.

Fernando se dio la vuelta y salió de la enorme sala en la que se encontraba el rey. Empezó a andar por los pasillos pero esta vez le parecían todos iguales  y muy tenebrosos, intentó dirigirse en la dirección adecuada pero acabó perdiéndose. Unos minutos después pasó por su lado una dama esbelta con unos largos cabellos oscuros.

-Perdone, ¿me puede indicar cómo se llega a la salida del castillo?-Preguntó le Fernando algo nervioso.

-Eee… claro –le respondió ella algo confundida por la pregunta, si no sabía a dónde iba no debería recorrer solo los pasillos del castillo, se preguntaba cómo su padre había permitido esto entre tanta perfección. -¿Quién es usted?

-Me llamo Fernando, el rey me ha encomendado que investigue sobre la historia que relató un juglar la noche anterior.

-Encantada, yo soy Elvira. Puedo acompañarte hasta la puerta.

Los dos caminaron por los pasillos del castillo hasta que llegaron a la puerta principal y allí se despidieron.

-¿A dónde va ahora? –le preguntó Elvira.

-Intentaré encontrar al juglar para hablar con él. Encantado de conocerla. –Dijo a modo de despedida y se fue.

Cuando llegó a la posada le dijeron que el juglar ya se había ido. El escudero se dirigió hacia el próximo pueblo esperando que se encontrara allí. Cuando llegó a allí también fue preguntando a la gente que se encontraba y en las posadas, pero tenía la extraña sensación de que alguien le seguía. Por fin llegó a la posada en la que se encontraba el juglar  y consiguió hablar con él otra vez. Este cedió y le contó que  la historia no se la habían contado directamente a él, si no que había escuchado hablar a dos hombres de la corte sobre ello y él sólo la había adaptado para recitarla retocando algunas cosas. Fernando le dio unas cuantas monedas al juglar y este terminó de contarle que la había escuchado en el reino que estaba al lado de éste y que el rey pensaba que el libro se encontraba cerca de un monasterio que hay en este reino y que pretende conseguirlo como sea. Después se despidió del escudero diciéndole que ya le había contado demasiado y que no le dijera a nadie de dónde había sacado la información. Aunque el juglar veía al escudero como un muchacho que solo tenía un poco de curiosidad y que no le causaría muchos problemas.

Fernando se fue de allí, pero al salir de la posada se chocó con alguien.

-Perdón –se disculpó este –Espera… ¿tú no eres la que me encontré en el castillo? –le preguntó Fernando a la chica con la que se había chocado.

-Shh –le dijo ella para que se callase –Sí, soy yo pero…

-¡Has estado siguiéndome!-la interrumpió -¿pero por qué?

-No hagas ruido, mira tenía que asegurarme personalmente de lo que estaba pasando.

-¿Por qué?¿tan importante es ese libro? además, tú solamente trabajas en la corte. ¿También eras tú la que me estuvo siguiendo la noche en la que hablé con el juglar?

- Mira creo que alguien nos está siguiendo para encontrar información sobre ese libro, sólo había una persona además de mí sobre la existencia de ese libro. No sé cómo ha llegado la información al otro reino, ni si la otra persona aun sigue viva ,pero nadie más puede saberlo así que intenta no decir nada. –Le dijo ella intentando que nadie más escuchara su conversación –Y no trabajo en la corte, soy la hija menor del rey.

-¿Qué? ¿y qué hace aquí?¿cómo tiene toda esa información? Y no sabía que podía salir del castillo –Dijo Fernando bastante sorprendido.

-Lo primero es que no quiero que me trates de usted, ahora somos compañeros, y es una larga historia –le respondió ella.

Los dos se dirigieron de nuevo al castillo. Al día siguiente el rey le preguntó qué había averiguado sobre la historia. Pero Fernando le volvió a decir que se trataba de nuevo de una historia que seguramente era inventada, aunque el rey no estaba muy convencido le dejó marchar.

-Me alegro de que no le hayas contado la verdad a mi padre –le dijo Elvira a Fernando cuando se alejaron del rey –Ese libro le volvería loco porque querría tener mucho más poder del que tiene pero solo le ayudaría a conseguir un poco. Debemos impedir que el rey del otro reino encuentre el libro porque sería muy poderoso.

-Poderoso… si tuviera más poder todo sería… perfecto –dijo el rey con una sonrisa. Había llegado justo a tiempo para escuchar la última frase y ni Elvira ni Fernando se habían dado cuenta de que estaba allí. –Ningún rey podrá quitarme el poder.

Los dos se miraron mutuamente, todo les había salido mal. Ahora el rey había quería una guerra contra el otro reino porque creía que ellos tenían el libro y el otro reino había llegado para conseguir el libro y si tenían que luchar lucharían. Mientras tanto  Fernando estaba en la cárcel por no haberle dicho la verdad al rey sobre lo que sabía. 

Elvira consiguió abrir la celda de Fernando y se dirigieron al monasterio en el que estaba el libro, entraron en un pasadizo secreto a través de una trampilla y entraron en una pequeña sala llena de polvo después de bajar un montón de escaleras. Elvira cogió el libro y los dos salieron de allí. Montaron en sus caballos y se dirigieron al castillo pero tenían que pasar por el campo de batalla. Intentaron que no empezara la batalla, pero el otro rey  se dio cuenta de que llevaban algo y empezó a perseguirlos para quitarles el libro , y el rey también hizo lo mismo, entonces Elvira y Fernando se pararon delante de una hoguera que habían preparado algunos siervos porque Elvira se lo había mandado.

-¿Os dais cuenta de lo que estáis haciendo? Vais a iniciar una guerra por culpa de un libro que os volverá locos –dijo ella cuando los dos reyes llegaron a donde estaban mientras ella sostenía el libro con una mano amenazando con lanzarlo a la hoguera.

-No todo es poder, este libro  no debería de haber existido, olvidadlo ya –dijo Fernando dirigiendose a los dos reyes. El padre de Elvira se quedó parado, pensando sobre lo que habían dicho.

-Sí que lo es –dijo es otro rey intentando coger el libro.

-¡No! ¡aparta!- le gritó Elvira. El libro se le escapó de las manos y cayó en la hoguera, el rey también se cayó y sufrió algunas quemaduras en las manos.

Fernando y el rey volvieron al campo de batalla en intentaron acabar con la guerra, el otro bando se retiró al darse cuenta de que su rey no estaba, en realidad no sabían con certeza por qué estaban luchando, solo sabían que era a causa de un libro y les parecía una pérdida de tiempo porque pocos de ellos sabían leer.

Finalmente las cosas volvieron a la normalidad en el reino y Fernando pasó a ser un caballero, lo que siempre había querido, y le demostró a Alfonso de lo que era capaz y también se hizo muy amigo de Elvira. Mientras tanto el otro rey se volvió loco y su hijo heredó el trono. Tras lo ocurrido el juglar se hizo muy famoso y la gente de todos los pueblos quería escuchar sus historias. Pero nadie excepto Elvira supo sobre el origen del libro ni por qué se escribió y debía seguir siendo así.

                                                                                                      Úrsula López García, 3º D

1 comentario:

  1. EL relato en líneas generales está bien. Pierde algo de calidad e interés a partir de la intervención de la hija del rey y en las secuencias de acción para recuperar el dichoso libro, ya casi en el desenlace de la historia. Cuando has tenido calma, la narración ha sido muy buena, sobre todo en el comienzo del relato.porqu repites hasta tres veces "se salía de su perfección"?
    Algunas cosillas referentes a la ortografía:
    eee, es eeeh; si no que había escuchado, sino que...;¿a dónde va ahora?, es adónde va...; se chocó, es chocó.
    NOTA:9,5

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