Encendió
una antorcha y salió de la habitación. Recorrió los largos pasillos del
monasterio e intentó no hacer ruido porque no quería llamar la atención ni ser
visto. Llegó a su destino sin cruzarse con nadie. Abrió la puerta de una
pequeña habitación en la que nadie entraba y a la que solo él tenía acceso.
Abrió la trampilla que había bajo un alfombra y empezó a bajar escaleras, la
antorcha iluminaba muy poco y solo veía sus pies. Finalmente, dejó la antorcha
a un lado, cogió el libro y lo guardó en un baúl. Salió de aquella habitación
después de subir todos los escalones. Ya había terminado el trabajo que le
habían encomendado y lo había guardado en un lugar en el que nadie pudiera encontrarlo
a menos que él quisiera. El monje no debería volver a preocuparse por ello o
eso pensaba él.
Muchos
años después, todavía en la Edad Media, había un rey en el reino de León al que
le gustaba que todo estuviera perfecto. Un día se encontraba mirando desde su
ventana su reino. La gente se levantaba
temprano para ir a trabajar y no volvían a sus casas hasta tarde, algunos
trabajaban en el pueblo y otros en el campo. Al rey le parecía que estaba todo
muy bien organizado pero entonces vio algo que no le gustó tanto. Un caballo
acababa de salir de los establos y se dirigía a los campos de cultivo. Después
vio a un joven muchacho salir corriendo de allí intentando parar al caballo sin
mucho éxito.
-Encerrad a ese caballo en su
cuadra y traedme al causante de todo esto. Aseguraos de que no haya destrozos
en ningún lado. –Ordenó el rey a tres de
sus siervos que se encontraban a su lado.
Dos de ellos se dedicaron a coger al caballo,
que no opuso demasiada resistencia. El otro se fue a los establos donde
encontró a un joven escudero intentando arreglar la puerta de una de las
cuadras.
-¿Eres
tú es causante de todo esto? -le preguntó el siervo al llegar.
-Sí
señor –dijo algo avergonzado –No era mi intención, la puerta se rompió y
…
…
-No
quiero que me des explicaciones, dáselas al rey –le dijo -¿Cómo te llamas?
-Fernando,
señor.
-Bien,
acompáñame, vamos al castillo.
El siervo le hizo una seña al
escudero para que le siguiera. Los dos se dirigieron hasta el castillo del rey.
El siervo andaba con paso decidido y rápido hacia el salón en el que se
encontraba el rey, sabía que a él no le gustaba que le hicieran esperar, se
salía de su perfección. El escudero le seguía sin decir nada, iba detrás de él
pero observándolo todo. Era la segunda vez que entraba en el castillo, la
primera fue hace mucho tiempo y ya no se acordaba prácticamente de nada y por
supuesto no se había adentrado tanto como lo hacía ahora. Todo esto le parecía
un laberinto, había muchos pasillos, iba pasando por uno y otro y todos le
parecían iguales ,igual de altos , de oscuros ,de largos… menos mal que estaba
con alguien porque ese lugar le daba miedo y no le gustaría perderse allí.
Siguió
caminando detrás del siervo del rey mientras miraba a todos los lados hasta que
se dio cuenta de que el siervo se había parado y casi se chocaba con él. Se
encontraban delante de una enorme puerta, tocaron varias veces y alguien les
abrió desde dentro. Entraron en una gran
sala en la que entraba un poco de luz por las ventanas, llegaron hasta
el fondo de ella y llegaron a donde se encontraba el rey, que les estaba
esperando.
-¿Eres tú el causante de que un
caballo haya salido de su cuadra y haya causado los destrozos de todos los
lugares por los que ha pasado?- preguntó el rey después de presentarse, dar uno
de sus característicos discursos sobre cómo deben estar las cosas para mantener
el poder y que se deben tomar todas las medidas necesarias para
conseguirlo. El mismo que todos los
presentes en aquella sala se sabían de memoria por todas las veces que lo habían
oído, menos el escudero, que no le encontró ningún sentido.
-Sí, mi señor, he sido yo
–respondió el algo incómodo y confuso por el estado en el que se encontraba, no
sabía qué responder y tampoco estaba seguro de haber provocado todo eso, solo
sabía que se le había escapado su caballo porque la puerta estaba rota y que
ahora se encontraba allí ,delante del rey sin saber qué decir.
-Bien, lo primero es reconocer
los errores ,deberías saber que… -el rey se cayó cuando uno de las hombres que
se encontraba a su lado carraspeó un poco ,estaba a punto de dar otro discurso
y al darse cuenta paró de hablar. -…Em, debes de pagar por ello, así que durante esta semana deberás
realizar una tarea que propongo para ti. Por cierto ¿Cómo te llamas? –preguntó
-Me llamo Fernando ,señor
-Muy bien Fernando, puedes
retirarte.
Cuando salió de aquel castillo se
fue de nuevo a la cuadra de donde había salido el caballo. No se esperaba que
hablar con el rey fuera así, en realidad nunca se había parado a pensarlo, pero
estaba seguro que no sería así. Tampoco sabía qué era lo que tendría que hacer
para él , pero dentro de tres días debería volver al castillo. Cuando llegó se
dio cuenta de que alguien había arreglado la puerta y el caballo estaba dentro,
le puso un puso de comer y lo acarició. Después se volvió a su casa allí no
tenía nada más que hace por hoy.
Al día siguiente Fernando se
levantó temprano. Después de dar un largo paseo por los alrededores del pueblo llegó
hasta los establos en los que se encontraba el caballo que tantos problemas le
causó el día anterior. Se dedicó a limpiar la cuadra como solía hacer todas las
mañanas antes de que llegara Alfonso, el caballero que le estaba instruyendo.
Después pasaría una mañana haciendo alguna tarea que le encomendase. En
realidad Alfonso le tenía a él como si fuera un inútil y como si no supiera hacer nada. En realidad
era un poco patoso pero se avergonzaba de ello y quería ser mejor para que
Alfonso le tomara en serio y pudiera ser un caballero y poder ir a las
batallas.
Por
eso cuando a Alfonso le llegó la noticia sobre lo que había ocurrido lo único
que hizo fue reírse de su escudero y cuando le dijeron que no iba a estar con
él durante unos días hasta se alegró, porque se sentía muy superior a él y que
estaba perdiendo el tiempo enseñándole cosas a un chico que no entiende de
nada.
Al día siguiente por la tarde
Fernando se dirigió a la plaza del pueblo, había escuchado esa mañana que un
juglar bastante conocido por la región iba a ir a la plaza para contar alguna
de sus historias y él no se lo iba a perder, así se saldría un poco de su
rutina, aunque iba a cambiar dentro de poco porque al día siguiente volvería a
ver al rey.
El juglar contó muchas historias,
algunas trataban de guerras y otras de amor, pero la que más le llamó la
atención al juglar fue la última que contó. Trataba sobre un hombre muy poderoso
y rico que poco a poco empezó a volverse loco, el juglar contaba que conocía a
un mago que le había proporcionado un libro que contenía todo el poder, por lo
que una vez abierto, el hombre que lo leía encontraba trucos para ser más
poderoso ,pero eso no le bastaba y quería más poder. Ese hombre se volvió loco
porque deseaba mucho más poder del que poseía pero ya no lo podía conseguir tan
fácilmente, hasta que un día murió de desesperación. Muchos quisieron su poder
y buscaron el libro, pues no sabían que este era la causa de la muerte de aquel
hombre tan poderoso, pero nunca lo encontraron, el libro había desaparecido.
-Oiga, ¡espere!- le gritó
Fernando al juglar cuando este ya se marchaba a una posada después de haber
terminado su trabajo.
-¿Me llamabas a mi? –le preguntó
el juglar.
-Sí, un momento –hizo una pausa
para recuperarse de su carrera por alcanzarle – ¿la última historia que contó
era cierta?
-Bueno, esa es la gracia de la
historia, nadie sabe si es cierta o no.
-¿Entonces no sabes nada de su origen?
¿no sabes de dónde vienen las historias que cuentas? Yo no había escuchado
ninguna historia parecida –le dijo Fernando.
-La verdad es que esa historia me
la contaron hace mucho tiempo y cada juglar cuenta las cosas a su manera, así
que sería difícil conocer su origen y si es cierta o no. Mira ahora tengo que
irme, adiós muchacho.
-Espere ¿cuánto tiempo va a estar
por aquí?
-Supongo de dos días, después me
iré al pueblo vecino –le respondió el juglar y después se alejó hasta la posada
en la que se iba a alojar.
Fernando se dio la vuelta para
volver a su casa puesto que hacía mucho tiempo que había oscurecido. Tenía la
extraña sensación de que alguien le seguía, miró hacia atrás pero no vio a
nadie. Cuando estaba llegando a la plaza escuchó unos pasos que corrían y se
alejaban de él, miró hacia atrás y consiguió diferenciar la figura de una mujer
que se alejaba de donde estaba él.
Al día siguiente Fernando se
presentó en el castillo y el rey ya tenía una misión para él. Le habían llegado
noticias sobre el juglar que había estado en la plaza la noche anterior y
también sobre la última historia que contó. Al parecer también le había llamado
la atención y exigía saber todo sobre
esta. Fernando le aseguró que solamente era una historia y que
probablemente sería mentira pero este no le hizo caso. Debía tener algún buen
motivo si le preocupaba tanto, seguramente se salía de su perfección, al igual
que él.
Fernando se dio la vuelta y salió
de la enorme sala en la que se encontraba el rey. Empezó a andar por los pasillos
pero esta vez le parecían todos iguales
y muy tenebrosos, intentó dirigirse en la dirección adecuada pero acabó
perdiéndose. Unos minutos después pasó por su lado una dama esbelta con unos
largos cabellos oscuros.
-Perdone, ¿me puede indicar cómo se
llega a la salida del castillo?-Preguntó le Fernando algo nervioso.
-Eee… claro –le respondió ella
algo confundida por la pregunta, si no sabía a dónde iba no debería recorrer
solo los pasillos del castillo, se preguntaba cómo su padre había permitido esto
entre tanta perfección. -¿Quién es usted?
-Me llamo Fernando, el rey me ha
encomendado que investigue sobre la historia que relató un juglar la noche
anterior.
-Encantada, yo soy Elvira. Puedo
acompañarte hasta la puerta.
Los dos caminaron por los pasillos
del castillo hasta que llegaron a la puerta principal y allí se despidieron.
-¿A dónde va ahora? –le preguntó
Elvira.
-Intentaré encontrar al juglar
para hablar con él. Encantado de conocerla. –Dijo a modo de despedida y se fue.
Cuando llegó a la posada le
dijeron que el juglar ya se había ido. El escudero se dirigió hacia el próximo
pueblo esperando que se encontrara allí. Cuando llegó a allí también fue
preguntando a la gente que se encontraba y en las posadas, pero tenía la
extraña sensación de que alguien le seguía. Por fin llegó a la posada en la que
se encontraba el juglar y consiguió
hablar con él otra vez. Este cedió y le contó que la historia no se la habían contado directamente
a él, si no que había escuchado hablar a dos hombres de la corte sobre ello y
él sólo la había adaptado para recitarla retocando algunas cosas. Fernando le
dio unas cuantas monedas al juglar y este terminó de contarle que la había
escuchado en el reino que estaba al lado de éste y que el rey pensaba que el
libro se encontraba cerca de un monasterio que hay en este reino y que pretende
conseguirlo como sea. Después se despidió del escudero diciéndole que ya le
había contado demasiado y que no le dijera a nadie de dónde había sacado la
información. Aunque el juglar veía al escudero como un muchacho que solo tenía
un poco de curiosidad y que no le causaría muchos problemas.
Fernando se fue de allí, pero al
salir de la posada se chocó con alguien.
-Perdón –se disculpó este
–Espera… ¿tú no eres la que me encontré en el castillo? –le preguntó Fernando a
la chica con la que se había chocado.
-Shh –le dijo ella para que se
callase –Sí, soy yo pero…
-¡Has estado siguiéndome!-la
interrumpió -¿pero por qué?
-No hagas ruido, mira tenía que
asegurarme personalmente de lo que estaba pasando.
-¿Por qué?¿tan importante es ese
libro? además, tú solamente trabajas en la corte. ¿También eras tú la que me
estuvo siguiendo la noche en la que hablé con el juglar?
- Mira creo que alguien nos está
siguiendo para encontrar información sobre ese libro, sólo había una persona
además de mí sobre la existencia de ese libro. No sé cómo ha llegado la
información al otro reino, ni si la otra persona aun sigue viva ,pero nadie más
puede saberlo así que intenta no decir nada. –Le dijo ella intentando que nadie
más escuchara su conversación –Y no trabajo en la corte, soy la hija menor del
rey.
-¿Qué? ¿y qué hace aquí?¿cómo
tiene toda esa información? Y no sabía que podía salir del castillo –Dijo
Fernando bastante sorprendido.
-Lo primero es que no quiero que
me trates de usted, ahora somos compañeros, y es una larga historia –le
respondió ella.
Los dos se dirigieron de nuevo al
castillo. Al día siguiente el rey le preguntó qué había averiguado sobre la
historia. Pero Fernando le volvió a decir que se trataba de nuevo de una
historia que seguramente era inventada, aunque el rey no estaba muy convencido
le dejó marchar.
-Me alegro de que no le hayas
contado la verdad a mi padre –le dijo Elvira a Fernando cuando se alejaron del
rey –Ese libro le volvería loco porque querría tener mucho más poder del que
tiene pero solo le ayudaría a conseguir un poco. Debemos impedir que el rey del
otro reino encuentre el libro porque sería muy poderoso.
-Poderoso… si tuviera más poder
todo sería… perfecto –dijo el rey con una sonrisa. Había llegado justo a tiempo
para escuchar la última frase y ni Elvira ni Fernando se habían dado cuenta de que
estaba allí. –Ningún rey podrá quitarme el poder.
Los dos se miraron mutuamente,
todo les había salido mal. Ahora el rey había quería una guerra contra el otro
reino porque creía que ellos tenían el libro y el otro reino había llegado para
conseguir el libro y si tenían que luchar lucharían. Mientras tanto Fernando estaba en la cárcel por no haberle
dicho la verdad al rey sobre lo que sabía.
Elvira consiguió abrir la celda
de Fernando y se dirigieron al monasterio en el que estaba el libro, entraron en
un pasadizo secreto a través de una trampilla y entraron en una pequeña sala
llena de polvo después de bajar un montón de escaleras. Elvira cogió el libro y
los dos salieron de allí. Montaron en sus caballos y se dirigieron al castillo
pero tenían que pasar por el campo de batalla. Intentaron que no empezara la
batalla, pero el otro rey se dio cuenta
de que llevaban algo y empezó a perseguirlos para quitarles el libro , y el rey
también hizo lo mismo, entonces Elvira y Fernando se pararon delante de una
hoguera que habían preparado algunos siervos porque Elvira se lo había mandado.
-¿Os dais cuenta de lo que estáis
haciendo? Vais a iniciar una guerra por culpa de un libro que os volverá locos
–dijo ella cuando los dos reyes llegaron a donde estaban mientras ella sostenía
el libro con una mano amenazando con lanzarlo a la hoguera.
-No todo es poder, este
libro no debería de haber existido,
olvidadlo ya –dijo Fernando dirigiendose a los dos reyes. El padre de Elvira se
quedó parado, pensando sobre lo que habían dicho.
-Sí que lo es –dijo es otro rey
intentando coger el libro.
-¡No! ¡aparta!- le gritó Elvira.
El libro se le escapó de las manos y cayó en la hoguera, el rey también se cayó
y sufrió algunas quemaduras en las manos.
Fernando y el rey volvieron al
campo de batalla en intentaron acabar con la guerra, el otro bando se retiró al
darse cuenta de que su rey no estaba, en realidad no sabían con certeza por qué
estaban luchando, solo sabían que era a causa de un libro y les parecía una
pérdida de tiempo porque pocos de ellos sabían leer.
Finalmente las cosas volvieron a
la normalidad en el reino y Fernando pasó a ser un caballero, lo que siempre
había querido, y le demostró a Alfonso de lo que era capaz y también se hizo
muy amigo de Elvira. Mientras tanto el otro rey se volvió loco y su hijo heredó
el trono. Tras lo ocurrido el juglar se hizo muy famoso y la gente de todos los
pueblos quería escuchar sus historias. Pero nadie excepto Elvira supo sobre el
origen del libro ni por qué se escribió y debía seguir siendo así.
Úrsula López García, 3º D
EL relato en líneas generales está bien. Pierde algo de calidad e interés a partir de la intervención de la hija del rey y en las secuencias de acción para recuperar el dichoso libro, ya casi en el desenlace de la historia. Cuando has tenido calma, la narración ha sido muy buena, sobre todo en el comienzo del relato.porqu repites hasta tres veces "se salía de su perfección"?
ResponderEliminarAlgunas cosillas referentes a la ortografía:
eee, es eeeh; si no que había escuchado, sino que...;¿a dónde va ahora?, es adónde va...; se chocó, es chocó.
NOTA:9,5