domingo, 9 de diciembre de 2012

Trabajo primer trimestre: Sheila Rodríguez Milán 3ºD.

Priscila caminaba por las calles de Jerusalén en dirección a la fuente, donde solía ir desde que era niña, ya que era el único lugar donde podía estar sola. De camino se encontró con la señora Felicia que, aunque era un poco mayor, era una gran amiga suya. La conoció tres años atrás en aquella fuente. 

-Buenos días Felicia.
-Buenos días. ¿Hacia dónde va? Creía que el sultán no quería que saliera de Palacio. 
-Y así es. He salido sin que mi padre se enterara, aunque creo que ya sabrá que me he marchado. Debería volver. Me ha encantado volver a verla señora Felicia. Adiós.
-Adiós.

De camino a casa Priscila tuvo el presentimiento de que alguien la seguía así que comenzó a acelerar el paso. Cuando llegó a Palacio fue hasta su dormitorio intentando no hacer mucho ruido para que nadie supiera que se había escapado. 

Entró en su dormitorio y encontró a su padre de pie esperando su llegada. 

-¿Dónde estabas hija? Ya sabes que no quiero que salgas fuera. La gente no es como tu crees.
-Ya lo sé padre, pero no puedes pretender que me quede aquí encerrada todo el día. 
-Lo sé Priscila, pero ya sabes que te tengo dicho que si decides salir vayas con Mariano, que para eso trabaja para mí.
-Pero padre...
-No se habla más Priscila. Al menos podrías haber avisado. Estaba muy preocupado.
-Lo siento padre. 

Mientras tanto, en mitad del océano, el pirata Macabeo paseaba por la proa de su barco esperando la llegada de Silvestre. Había pasado más de una hora desde que partió a tierra. Entonces le vio llegar en la barca.

-Has tardado mucho Silvestre. ¿Qué has averiguado?
-He seguido a la hija del sultán Calisto, como me pediste.
-¿Y bien?
-Creo que ha descubierto que la seguía, porque ha comenzado a acelerar el paso.
-¿Qué?-dijo Macabeo muy cabreado. La última vez que le encargó a Silvestre un quehacer también le defraudó.
-Te dije que tuvieras cuidado. La próxima vez tienes que atraparla.
-Ya lo sé capitán, pero si me contara el motivo por el cual quiere que la atrape, tal vez le pondría más empeño a mi trabajo.
-Ya te he dicho que da mala suerte si te lo cuento ahora.
-Vamos capitán, no se crea esas paparruchas, cuéntemelo.
-Arggg, de acuerdo. El motivo es el siguiente: si raptamos a la hija del sultán, podremos pedirle a éste que nos de todo su oro si quiere volver a ver a su querida hija. ¿Lo entiendes ahora?
-Sí, mi capitán. Ahora lo entiendo todo, muy bien pensado, no como todos sus otros planes que eran penosos-dijo Silvestre un poco burlón.
-¿Qué has dicho?-dijo Macabeo enfadado.
-Nada, mi capitán.
-Más te vale. Y ahora vuelve a tu camarote.

Priscila estaba muy enfadada con su padre. Cuando tenía siete años su padre le dijo que podía ir a dar una vuelta, pero que no se alejara mucho. Cuando pasó media hora la niña todavía no había vuelto. Diez minutos después apareció acompañada por un anciano. Éste les contó que Priscila había ido hasta la fuente. Su padre le regañó por haber ido tan lejos y desde entonces no le deja ir sola a ningún sitio. Siempre que ha salido ha sido sin el permiso de su padre, él nunca se había enterado hasta este día.

Priscila fue a buscar a su padre a su dormitorio, pero él no estaba ahí. Le preguntó a Mariano y le dijo que había salido. Ella decidió volver a su dormitorio e intentar no hacer nada malo, por lo menos hasta el día siguiente, para no buscarse más líos. 

Su padre llegó a casa unas dos horas después. Fue a buscar a Priscila para decirle que había ido a la plaza.

-He hablado con la señora Felicia. 
-¿Y qué te ha dicho?
-Nada en particular, sólo me ha dado esta cesta con frutas. Me ha dicho que son tus preferidas.
-Sí, lo son.
-He pensado que mañana podrías ir a la plaza para darle las gracias.
-¿En serio?
-Siempre que vayas con Mariano.
-De acuerdo-dijo Priscila decepcionada. 

A la mañana siguiente Priscila fue a la cocina. Quería desayunar rápido para poder inmediatamente a la plaza.

-Buenos días padre.
-Buenos días hija. ¿Quieres desayunar?
-La verdad es que no tengo mucha hambre.
-Pero algo tendrás que comer. Mariano, ¡prepárale el desayuno a Priscila!

Después de desayunar, Priscila y Mariano fueron a la plaza, pero no encontraron a la señora Felicia. Decidieron quedarse allí un rato más para esperarla. Quince minutos después apareció la señora Felicia.

-Buenos días Felicia.
-Buenos días. Ayer le di una cesta con sus frutas preferidas a su padre.
-Sí, me las dio ayer. He venido justamente para darle las gracias por las frutas, pero no tendría que haberse molestado. Tendría que haberselas quedado para usted.
-Pero si yo no tengo ningún problema. Bueno tengo que marcharme a casa. Adiós.
-Adiós.

La señora Felicia se marchó y Mariano y Priscila decidieron volver a casa.

Y mientras tanto en el barco del pirata Macabeo.

-¡Silvestre! Ve a tierra e intenta capturar a la hija del sultán. Más te vale que hoy lo consigas, si no que sepas que habrá consecuencias. 
-Sí, mi capitán.
-Ya sabes que necesito a esa chiquilla.
-Sí, mi capitán.

Silvestre fue a tierra y se dirigió a la plaza. Una vez allí divisó a Priscila. La siguió pero descubrió que iba acompañada de un señor. Decidió esperar a que ese señor se alejara y siguió siguiéndolos.

-Priscila, quédese aquí un momento, yo tengo que comprar un par de cosas. No se aleje de aquí-dijo Mariano.
-De acuerdo.

Silvestre decidió aprovechar el momento y desató el saco que estaba arrastrando desde que llegó a tierra.

En ese momento un chico llamado Bartolo, que pasaba por allí, vio a Silvestre con el saco que se dirigía hacia Priscila y dedujo las intenciones del hombre, así que se acercó para intentar detenerlo.

Fue corriendo hasta el lugar donde estaba Silvestre y le quitó el saco. Éste se giró y le dijo:

-¡Devuélveme eso, y vuelve por donde has venido!
-He visto lo que iba a hacer. Por si no lo sabes esa es la hija del sultán y no te convendría hacerle algo.
-¿No te han enseñado a no meterte en los asuntos de los demás? Alejate de aquí si sabes lo que te conviene.
-Voy a avisar al sultán de tus intenciones.

Silvestre sabía que el muchacho hablaba en serio y pensó que lo mejor era librarse de él para que no le causara problemas.

Corrió detrás del chico y cuando lo alcanzó lo metió en el saco. Lo llevó hasta la barca y cuando se disponía a irse mar adentro llegó Priscila que casualmente había visto la escena y fue tras ellos. 

Silvestre se alegró mucho ya que por fin iba a poder capturar a la dichosa chica. La cogió y la metió en la barca. 

-¡Suéltame! ¿Es que no sabe quién soy yo? Soy la hija del sultán Calisto , así que más le vale soltarme si no quiere tener que verselas con mi padre.

-Precisamente por eso te necesito-dijo Silvestre muy contento ya que por fin había conseguido hacer algo bien-.Pero todavía no sé qué voy a hacer contigo, dichoso muchacho-dijo dirigiéndose a Bartolo.

-Podrías probar a dejarlo libre. Al fin y al cabo, por lo que me has dado a entender, a la que necesitas en tu plan es a mí. Él no te sirve para nada-dijo Priscila.

-Me temo que no lo entiendes; si lo dejo libre lo primero que hará será contarle todo esto a tu padre.

-No lo entiendo, se supone que mi padre debe enterarse de que me habéis capturado-dijo Priscila un tanto confusa.

-Exacto, debe enterarse de que te hemos capturado, pero no debe saber dónde estas porque entonces vendría a buscarte él mismo. 

Cuando llegaron al barco, Silvestre subió a Priscila y la ató a un poste. Después volvió a subirse a la barca para poder despedirse del muchacho ya que se le había ocurrido una idea para librarse de él.

-Bueno muchacho, me temo que ha llegado tu fin. Creo que estoy siendo muy bueno contigo. ¡Fíjate! si hasta he bajado para decirte adiós. Jajaja. Bueno, también ha sido para llevarme esto- dijo Silvestre mientras cogía los remos- ¿No creerías que te los iba a dejar aquí? Adiós.

Después volvió a subirse al barco. Desató a Priscila y la llevó adentro del barco para darle las buenas noticias al capitán.

-¿Dónde está mi capitán? Tengo algo que le va a interesar.
-¿Qué quieres ahora Silvestre? Sabes que estoy muy ocupado, espero que sea importan...¡pero si es la hija del sultán! Esto sí que no me lo esperaba. 
-Ya le dije que le iba a gustar. Pero ¿ahora qué hago con ella?
-Llévala a un camarote y luego cierra con llave. 
-Sí, mi capitán.
-Deja ya de decir eso.
-Sí, mi... De acuerdo.

Silvestre condujo a Priscila hacia el camarote.

-Espero que te guste este camarote porque vas a pasar aquí mucho tiempo.

-Disculpa Silvestre ¿es ese tu nombre, no? ¿Por qué haces esto? ¿Por dinero? Si es por eso esto no te sirve de nada porque seguro que “tu capitán” no va a repartir el botín contigo.

-¿Y tú cómo lo sabes?
-No hay que ser muy listo para saber eso.

Silvestre salió del camarote muy molesto por el comentario de la chica y cerró tras de sí.

-Supongo que como dijo aquel hombre “ha llegado mi fin”-dijo Bartolo-No puedo creerme que haya acabado aquí; sólo en mitad del océano, en una barca sin remos y sin comida. Tengo que encontrar la manera de salir de aquí y de avisar al sultán del paradero de su hija.

Cuando Mariano llegó a Palacio estaba muy nervioso ya que no sabía lo que le iba a decir al sultán. ¿Cómo le dices a alguien que has perdido a su hija?

-Hola Mariano, ¿compraste lo que te pedí?-dijo el sultán.
-Sí-dijo Mariano todavía decidiendo lo que le diría cuando preguntara sobre su hija.

-¿Priscila ha subido a su dormitorio?
-La verdad es que no lo sé.
-Cómo que no lo sabes.
-Pues que no lo sé.
-¿Dónde está mi hija Mariano?
-Pues es que estaba con ella en la plaza, me ausenté un momento y cuando volví ya no estaba. Tenía la esperanza de que estuviera aquí, pero ya veo que no.
-Tenemos que ir a buscarla.
-Sí, pero ¿a dónde?
-Comencemos por la plaza.

Bartolo estaba muy preocupado porque no sabía cómo salir de esa barca. Llevaba días pensando, pero no se le ocurría nada. Por fin un día descubrió que la barca estaba hecha de madera y que si rompía un tablón, le serviría de remo. Pensó que esa opción era por la que debía optar, así que rompió un tablón y comenzó a remar. Un par de minutos después paró a descansar.

-Creo que debería ir en busca de la hija del sultán. Sí, eso es lo que haré. Pero si el barco está en marcha nunca lo alcanzaré. Tendría que llegar de noche que es cuando no están en movimiento. 

Y así lo hizo. Unas horas después oscureció y comenzó a remar hasta que llegó al barco. Cuando entró supo cuál era el camarote de Priscila porque era el único que tenía un candado. Tocó a su puerta pero ella no dijo nada. 

-Priscila, si me oyes quiero que sepas que voy a intentar sacarte de ahí.

Bartolo comenzó a buscar algo con lo que romper el candado pero no encontró nada y supo que lo único que podía hacer era quitarle a Silvestre las llaves. 

Buscó el camarote de Silvestre y cuando lo encontró empezó a buscar las llaves, pero no las encontró. Cuando estaba pensando en rendirse tropezó con una caja muy pequeña de un color azul amarronado y mugrienta y la abrió. Había un montón de llaves así que fue y las probó todas hasta que dio con las de ese camarote.

-Priscila, ¿estás aquí?
-Sí, estoy aquí-respondió desde una esquina del camarote-¿Cómo has entrado?-preguntó sorprendida.
-He encontrado las llaves de los camarotes.
-Eso es estupendo. Vámonos rápido de aquí; este sitio no me gusta ni un pelo.
-De acuerdo.

Salieron del camarote y cerraron todas las puertas del barco para que no puedieran salir en su busca.

Corrieron hacia la barca y comenzaron a remar.

-Gracias por venir en mi búsqueda. Pensé que si encontrabas la manera de salir de la barca, lo primero que harías sería volver a tu casa.

-Lo pensé, pero luego decidí que tampoco costaba tanto ir a buscarte.

Cuando llegaron a tierra se dirigieron a Palacio y una vez allí vieron que no había nadie.

Esperaron allí hasta que por fin llegó el sultán y Mariano.

-¡Hija! ¿Dónde has estado durante estos días?
-Eso no importa ahora padre, lo que importa es que estoy bien y que no volveré a salir nunca más de casa.
-Claro que importa, necesito saber dónde has estado que te ha hecho no querer salir de casa que hasta hace poco era lo que más te gustaba.

Hasta ese momento el sultán no se había dado cuenta de la presencia de Bartolo.

-¿Quién eres tú muchacho?
-Ha venido conmigo, padre.
-Señor, yo le diré lo ocurrido. A su hija la secuestraron unos piratas y a mí me dejaron en mitad del océano, pero conseguí llegar al barco y saqué a su hija de allí. Y encerré a los piratas en su propio barco-mientras dijo esto le enseñó las llaves al sultán.
-Si es así tengo que darte las gracias muchacho. 

Desde aquel día Priscila no ha vuelto a salir de Palacio sola. El sultán le dio a Bartolo una recompensa por haber salvado a su hija de los piratas y con respecto a éstos no se ha vuelto a saber nada.


FIN

1 comentario:

  1. No parece estar ambientada en tiempos pasados, parece una historia actual. Lo parece por la situación de la chicca, por su relación con el padre , que no es un cualquiera...es un sultán
    Un sultán no queda con su hija en la cocina para desayunar juntos; no permite que su hija vaya todos los días a la plaza del pueblo, ni sola ni acompañada. En definitiva, parece una relación paterno-filial contemporánea
    Por otro lado están los nombres que no son ni de Oriente ni medievales:Bartolo, Felicia, Priscila, Silvestre, Calisto
    Lo mejor sin duda es el uso que haces de los diálogos, más all´de que en algunos episodios sean algo intrascendentes. Esto te vendrá bien en el próximo trimestre cuando tengas que hacer una escemna teatral. Escoge bien el tema.NOTA:8

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