No
todo lo malo acaba mal
Recuerdo
que en el año 1096 habían unas grandes series de campañas
militares, que eran impulsadas por el papado; y eran llevadas a cabo
por gran parte de la Europa latina cristiana. Estas campañas,
llamadas Cruzadas, tenían el objetivo de restablecer el control
cristiano sobre Tierra Santa.
Ahora
que ya os he introducido un poco en la época os contaré mi
historia...
Me
llamo Lucía Abreu y soy hija de un noble llamado Fernando Abreu.
Durante la etapa de las cruzadas, mi padre recibió un llamado para
luchar contra los musulmanes en Jerusalén. Al recibir la noticia, mi
padre sintió una gran tristeza en su corazón, porque tendría que
abandonar a su familia e ir a luchar allí; sin saber si conservaría
su vida, o la perdería.
Recuerdo
que pude leer una parte del final de la carta, pero sinceramente las
palabras que vi no me daban esperanzas: “Señor Abreu, si es
necesario, tendrá que sacrificar su vida para que podamos recuperar
Tierra Santa”
Padre,
después de unos días nos reunió a la familia y comenzó a decir:
-Querida
familia, hace unos días recibí una carta del papado... Esa carta
era un llamado para ir a luchar en Jerusalén para recuperar Tierra
Santa. Sabéis que no puedo desobedecer las órdenes de mi superior.
Tendré que viajar dentro de un mes, pero volveré; todo saldrá
bien, os lo prometo.
Madre
comenzó a llorar porque sabía que no volvería nunca, todos los que
habían ido a luchar en Jerusalén nunca volvieron. Sin embargo yo
tenía un poco de esperanza, aunque era algo mínimo, pero la tenía.
Los
días iban pasando, y yo en mi cabeza, empecé a planear cosas para
poder ayudar a padre. No sabía si intentar detener el barco o irme
yo con padre a luchar en Tierra Santa, al menos si moría,
moriríamos los dos. Pero yo sabía perfectamente que padre no me
dejaría ir con él. Así que mejor dejé que el tiempo pasara, y ya se
me ocurriría algo para poder ayudar.
Padre
tenía los días contados, y durante los días que le quedaba con
nosotros decidió disfrutar plenamente de su familia. Unos días
llevó a mi hermano Lucas, de apenas cuatro años, a pescar, Lucas
llegó a casa muy emocionado, diciendo:
-¡Madre,
madre! Padre me ha llevado al lago para enseñarme a pescar
-De
verdad hijo, ¡cuánto me alegro! Y dime, ¿te gustó pescar con tu
padre?
-Sí
madre, es una experiencia muy emocionante, yo pesqué un pez, pero
era uno pequeño. -Mi hermano se puso triste, pues le habría gustado
pescar uno grande, como hizo padre- ¡Pero padre a pescado uno
grande! Lo ha traído para la cena.
-Hijo
si quieres puedes ayudarme a hacer la cena, así aprendes una cosa
más.
Lucas
aceptó, pero en la cocina verdaderamente no aprendió nada, solo
estaba allí para hacerle compañía a madre.
Al
día siguiente padre llevó a mi hermana Sandra a observar las
estrellas. Sandra tenía diez años, pero nunca había ido con la
familia a ver las estrellas, bueno Lucas tampoco, así que para él
también fue la primera vez.
Conmigo
padre no podía hacer nada nuevo, porque a mi me enseñó a pescar
hace años, me llevó a observar las estrellas cuando tenía tres
años, pero pasada una semana después de ir a observar las
estrellas, padre me llevó a dar un paseo, pero yo suponía que ese
paseo no sería por placer; y así fue. Mientras estábamos caminando
por el puerto, padre comenzó a decirme:
-Lucía,
tú ya eres mayor, y tienes que entender que yo debo ir a Jerusalén
para obedecer órdenes del papado; debes tener presente que si yo no
regreso, deberás ayudar a tu madre a cuidar a tus hermanos.
-Pero
padre, tú dijiste que volverías, ¿nos has mentido verdad?-dije con
lágrimas en los ojos, y en un tonó muy alto-.
-Hija
sinceramente no lo sé, todo depende de la voluntad de Dios.
-Pero
padre, no nos puedes abandonar, si tú no regresas moriremos. Madre
tiene que cuidar de Lucas y Sandra, y yo apenas tengo quince años,
no me darán trabajo en ningún lugar.
-Lucía,
si yo no regreso, el papado os ayudará a seguir adelante. Ellos os
darán abrigo en alguno de sus monasterios.
-Padre,
no lo entiendes, no es solo lo material, ¿cómo vamos a vivir sin
las enseñanzas de un padre?, ¡y sin tu cariño! Eso es
más importante que cualquier cosa terrenal, sé que madre nos dará
todo su cariño y su amor, pero también necesitaremos el tuyo.
-Padre no me entendía y yo empecé a llorar-
Padre
me abrazó, y entre lágrimas también, dijo:
-Hija,
pero aunque no regrese, ten presente que os amaré desde donde esté.
Llegó el día de la partida de padre, y todos fuimos a despedirle en el puerto, cuando llegamos allí yo entendí que no solo padre iría; habían muchas familias llorando, porque algún pariente tendría que ir a Jerusalén. Se escuchaban gritos cómo:
-¡Regresa
por favor!
-¡Ten
mucho cuidado!
-¡Te
estaremos esperando!
Me
entró mucha tristeza, porque yo sabía que todos los que habían ido
a Jerusalén no habían vuelto, por eso habían llamado a nuevos
soldados para luchar.
Padre
abrazó por última vez, antes de partir en aquel inmenso barco, a
Lucas, a Sandra, a madre; y a mí. Y después comenzó a andar.
Cuando llevaba apenas cinco pasos, volvió corriendo y nos abrazó a
todos, todos juntos, como una familia; otra vez empecé a llorar. Y
entre un llanto incesable articulé:
-Padre,
por favor no te vayas, no nos dejes.
Mi
madre entendió que si yo seguía hablando a padre le iba a ser más
difícil marchar, así que me dijo en un susurro:
-Lucía,
sabes que padre debe irse, no se lo hagas más difícil, a todos nos
duele, pero no puede quedarse.
Después
de unos segundos, padre nos soltó, y con los ojos llorosos nos dijo
adiós, que nos cuidáramos mucho, y que nos amaba, nos amaba
muchísimo. Y después de eso retomó la marcha hacía aquel barco,
el barco era inmenso, blanco con algunas líneas rojas, y las
iniciales CTS; y llevaba una cruz en la bandera.
Mientras
padre estaba subiendo a bordo, muchos otros varones subían, era una
fila interminable, calculo que aproximadamente habían unos
trescientos varones. Pasada una hora, el barco empezó a dar señales
de que ya iba a zarpar, y así fue, después de avisar, pasaron cinco
minutos y aquel barco empezó a moverse, en media hora ya no se veían
señales del barco en el puerto.
Supongo
que llevaba ya un día en la bodega de aquel barco. Estaba
hambrienta, ahora mismo madre estaría haciendo de comer. Pobre
madre, ahora que lo pienso, estará sufriendo mucho, pensará que se
ha quedado sin marido, y sin su hija mayor. Pero yo no podía decirle
a madre que iba a subir a bordo, nunca me lo hubiese permitido. Dejé
de pensar en todo eso porque tenía un problema; la puerta de la
bodega se había abierto, habían encendido la luz, y se escuchaban unos
pasos que se acercaban a mi escondite.
-¿Qué
hago ahora?-Pensaba yo- Salgo, o me quedo a esperar a que me
encuentren, pero y si no me encuentran rápido, moriré de hambre.
Decidí
salir, para mi sorpresa, él muchacho que había entrado era alto y
de buen parecer, supongo que no se esperaba mi presencia, porque
cuando salí se asustó bastante:
-¡Muchacha!
¿Pero qué haces tú aquí?-Dijo con mucho asombro-.
-Perdona
por asustarte.Estoy buscando a mi padre.
-¡Pero
estás loca! ¿Qué haces a bordo? ¿Acaso no sabes que este barco va rumbo a Jerusalén para luchar allí y poder recuperar Tierra
Santa? Ven conmigo, te llevaré a la cabina del capitán para que
puedas volver a tierra firme en un bote salvavidas.
-¡No
por favor! Necesito encontrar a mi padre para que podamos volver a
casa.
-¿No
sabes que los que hemos embarcado no podemos volver hasta que
terminemos de luchar en Tierra Santa? Y muchos de los que han ido, no
han vuelto.
-Eso
ya lo sé, pero si mi padre no desembarca yo tampoco lo haré.
-¿Pero
qué va a hacer una moza tan bonita como tú a bordo?
-Encontrar
a mi padre, y si es necesario moriré con él en Tierra Santa.
-¡Qué
valiente eres! Vamos anda, te ayudaré a encontrar a tu padre, pero
solo si me prometes que después volverás al puerto en el bote.
-No
te prometo nada.
-¡Qué
cabezona eres! Eso me gusta- dijo en un susurro, pero yo pude
escucharle-.
Mientras
íbamos andando por los pasillos de los camarotes, yo estaba pensando
en lo guapo que me había parecido ese chico. Pero no duró mucho
tiempo, porque él me interrumpió:
-Para
encontrar a tu padre necesito saber su apellido. Aquí están
ordenados alfabéticamente.
-Abreu,
mi padre se llama Fernando Abreu.
-Así
será mucho más fácil encontrarlo. ¿Y usted señorita, cómo se
llama?
-Yo
me llamó Lucía Abreu- dije, con las mejillas sonrosadas-.
-Lucía,
bonito nombre, yo me llamo Alonso Fernández.
-Encantada
de conocerte Alonso, y muchas gracias por ayudarme.
-Es
todo un placer, ¿a qué chico no le gustaría ayudar a una moza tan
linda como usted?
Me
sentía muy alagada, y se me iba subiendo el tono rosado de las
mejillas, hasta llegar casi a un tono rojo pasión. Creo que él se
dio cuenta y empezó a reírse. Como estábamos tan distraídos no me
di cuenta del tiempo; ya habíamos llegado al camarote de padre.
Alonso tocó a la puerta, cuando padre abrió él le dijo:
-¿Señor
Abreu?
-Sí,
soy yo, dígame.
-Creo
que va a recibir una gran sorpresa.
-¡Padre!
-Corrí hacía sus brazos y le di un abrazo tan fuerte que creo que
le hice daño-.
Padre
estaba muy contento de verme, pero a la vez muy enfadado:
-Lucía,
¿estás loca? ¿Qué haces a bordo?
-Padre
tenía que intentar ayudarte.
-Pero
hija, ¿y tu madre? Estará muy preocupada por ti.
-No,
le dije a Sandra, que pasado un día le dijese a madre que yo estaba
a bordo contigo; y que estaría segura.
Alonso
no sabía si intervenir o quedarse quieto, mirando, pero no pudo
hacer ninguna de las dos cosas; se empezaron a escuchar voces que provenían de la cubierta:
-¡Nos
atacan!
-¡Piratas!
-¡Nos
atacan!
Padre
nos metió a Alonso y a mi en su camarote, cerró la puerta y subió
corriendo a ayudar a atacar a los piratas.
Alonso
me miró fijamente y me dijo:
-No
te preocupes, yo estoy aquí para protegerte.
-¿Y
mi padre? ¿Quién protege a mi padre?
-Tú
padre estará bien Lucía, no te preocupes.
Se escuchaban golpes, gritos, yo ya estaba desesperada. Alguien empezó a golpear la puerta de nuestro camarote; yo me creía que era padre, Alonso me avisó que no abriese, pero no le hice caso. Era un pirata, lo deduje por su apariencia. Pero yo tenía mucho miedo; Alonso se puso delante mía para taparme.
-¿Qué
escondes? -Le dijo el pirata-.
-Nada.
-¡Qué
me digas lo que escondes! ¿Acaso quieres morir?.
-Puedes
hacer lo que quieras pero de aquí no me muevo.
-Pero
mira que valiente se ha puesto... Pues si tu no te mueves por las
buenas, te muevo yo por las malas.
Los
dos empezaron a pegarse, aquello era una lluvia de golpes interminable. Yo me
escondí debajo de la cama, cuando ya no se escuchaban voces, empecé a
llorar, pues creía que había matado a Alonso. El pirata escuchó mi
llanto y se acercó a la cama; intenté calmarme pero era imposible.
-Um,
pero mira lo que tenemos aquí. Una hermosa joven. ¿Chica no sabes
que este no es lugar para una bella moza como tú?
No
le dije ni una palabra.
-¿Te
ha comido la lengua el gato?-Me preguntó-.
Seguí
sin decirle nada, y veía como Alonso se levantaba poco a poco, con
un trozo de madera en la mano. Alonso se acercó con toda su rabia y
le dio en el pirata en la cabeza.
-¡Lo
has matado!- Le dije sin creerme lo que había visto-.
-¿Qué
preferías que nos matase él a nosotros?
-No,
pero...
-Da
igual, vamos a ver si están todos a salvo.
Cuando
salimos del camarote en los pasillos habían varios cadáveres,
Alonso se paraba a mirar si tenían pulso, pero no hubo suerte,
ninguno tenía vida.
Yo
empecé a llorar, y Alonso entendió mis lágrimas, temía que a padre le hubiese pasado lo mismo. Se acercó a mi,
y me abrazó.
-Tranquila
Lucía, todo irá bien.
Subimos
las escaleras que conducían a la cubierta. El barco pirata ya estaba
bastante alejado de nuestro barco, eso me alivió bastante; casi al
final de la cubierta reconocí a padre, estaba en el suelo; no, no
podía ser, padre había muerto.
-Alonso- dije con voz temblorosa-.
-Vamos,
seguro que está bien.
Llegamos
allí y me tiré al suelo y empecé a llorar sobre padre; él reaccionó y con mucho
esfuerzo padre me dijo:
-Te
dije que todo estaría bien.
Alonso
ayudó a padre a llegar hasta la cabina del capitán. Cuando llegamos
allí me dijo:
-Quédate
aquí con con tu padre, voy a ver si hay más supervivientes.
Alonso
se había ido, y yo estaba allí sola con padre, estaba muy herido, y
apenas podía hablar.
-Padre
no hables, todo saldrá bien, confío en Alonso.
Pasaron
unos veinte minutos y Alonso regresó.
-Ya
están todos a salvo, los he llevado a la bodega, hay como unos cien
hombres a salvo, algunos heridos.
-¿Y
ahora qué hacemos?
-Tenemos
que avisar a Sevilla que hemos sido atacados por piratas, y vendrán
rápidamente a rescatarnos para llevarnos a nuestra tierra.
Alonso
avisó al puerto de Sevilla, dijeron que en dos días llegarían.
Durante la espera tendríamos que curar a los heridos. Cuando bajamos
a la bodega dos hombres nos preguntaron que si podrían volver a
Sevilla con nosotros, que habían sido capturados por los piratas en
su embarcación mientras estaban pescando. Alonso no se negó en
ningún momento, pues él había perdido a su padre por el mismo
motivo, unos piratas lo raptaron y nunca más volvió a saber de él.
Al
día siguiente padre ya estaba mucho mejor, y todos los heridos
también se encontraban muy bien. Alonso no se separó de mi en
ningún momento.
Habían
pasado los dos días y tal y como dijeron llegó a nuestro rescate un
barco, era blanco con una cruz roja. Bajaron algunos tripulantes para
ayudar a los heridos a subir a bordo. Cuando ya estábamos todos a
bordo el barco tomó rumbo a Sevilla. Alonso, mi padre y yo, nos
quedamos en un camarote los tres juntos, pues Alonso me estaba
ayudando a cuidar a mi padre. Cuando mi padre se quedó dormido
Alonso se me acercó y me dijo:
-Lucía
sé que es muy pronto para decirte esto, pero me he enamorado de ti.
Me
quedé sin palabras, pero yo sentía lo mismo por él. Como pude le
dije:
-Yo
también Alonso.
Pero
no dijimos nada más.
Llegamos al puerto de Sevilla, y allí estaba madre, Sandra y Lucas, estaban ansiosos por vernos bajar. Alonso ayudó a padre a bajar; yo iba tras ellos. Cuando ya estábamos en tierra firme madre corrió a abrazar a padre. Sandra y Lucas me abrazaron a mi. Mientras abrazaba a mis hermanos, miré a Alonso. Él desvió la mirada. Entonces yo les dije a mis hermanos:
-Abrazad
a madre y a padre, todos juntos.
Me
acerqué un poco más a Alonso y le dije.
-¿Qué
harás a partir de ahora?
-No
lo sé, si me permites viviré una vida contigo.
Y así sucedió hijas, así nos conocimos vuestro padre y yo.
-Madre
yo quiero conocer a mi marido así. -Me dijo mi hija pequeña Marta-.
-Yo
también quiero madre. -Me dijo Alejandra, mi hija mayor-.
No
os preocupéis, vosotras tendréis otras historias para contarles a
vuestros hijos, cada persona es un mundo.
La historia esta bien hilada, aunque tienje ciertos anacronismos( cosas poco probables en esa época). parece en algunos episodios contemporánea(ir a pescar, ver las estrellas, avisar a Sevilla en medio del océano, cómo?
ResponderEliminarNo has podido resistirte a esbozar un romance, lo yo llamo "pasteleo", pero es tolerable.
-No uses el punto y coma porque lo haces de forma inadecuada, usa un punto y seguido.
El verbo haber, si no es auxiliar de tiempos compuestos, siempre en singular: no habían unas grandes series..., sino había unas grandes...
NOTA:9