sábado, 22 de diciembre de 2012

"Un juego de Lobos" II






Azar intentaba liberarse de las garras de su captor, forcejeando e intentando patalear. Buscó su arco que había quedado fuera del alcance en el momento en el que se despojó de su camisa, la única opción que le quedaba era la daga guardada en su bota pero no tenía manera de llegar hasta ella. Por un instante vio como Juan planeaba algo y antes de que pudiera arriesgarse gritó:

-¡Juan!¡Vete, escóndete!

El niño corrió fugaz tras unos segundos de vacilación pero al pronunciar esas palabras las manos de Lobo se apretaron más sobre la mulata piel.

-Y eso que parecías una chica buena... ¿Te acuerdas de aquello que te dije? ¿Aun tienes eso que tanto tiempo atrás te di?- Lobo empezó de nuevo a susurrar a su oído pero Azar no quería seguir escuchándolo, quería zafarse de ese abrazo forzado y más aun al ver la espada colgada del cinto de Lobo.

Azar giró bruscamente la cara e intentó morder a Lobo en el labio, pero falló aunque el giro brusco hizo desestabilizarse a Lobo que debido al encharcado suelo calló llevándose consigo a Azar. Empezaron a rodar por el suelo mientras Azar notaba como el agua calaba su espalda desnuda. Liberó su brazo del de Lobo y rápida como el viento extrajo la daga de su bota y apuntó instintivamente a Lobo, aun sin saber si lo que quería era matarlo. Apoyó un pie en el suelo que hizo que pararan de rodar, quedando Azar sobre Lobo, apuntando con el cuchillo a su pecho. Azar sabía que no aguantaría mucho sin que su contrincante se apoderara del arma y la usara en su contra, pero necesitaba pensar en que debía hacer; ese simple instante de vacilación le dio la victoria a Lobo.

-¿Crees que puedes vencerme mujer?- Dijo Lobo siendo el ahora el que estaba sobre Azar. Manipulaba la daga con fluidez apoyándola en la mejilla de Azar.- Sigues siendo igual de curiosa y arrogante, ya te dije cuando te conocí que seríamos un gran equipo... y aun sigo esperando una respuesta.

Azar giró bruscamente la cara para desviar la vista de esos ojos azules que la observaban. Estaba tiritando por el frío y apretaba las mandíbulas en signo de abstinencia. De repente el peso que estaba sobre ella se esfumó y se encontró libre. Instintivamente se encogió sobre sí misma esperando el golpe de gracia quizás, pero este no llegó y Azar se atrevió a abrir los ojos. Lobo le tendía la mano como ayuda para levantarse.

Reacia a la invitación se levantó sola con un poco de dificultad pues notaba un agudo dolor en el pie izquierdo. Buscó su camisa y la encontró junto a su capa, su arco y sus flechas. Se dirigió hacia ellas intentando no cojear, intentando no parecer débil. Se vistió y se abrigo todo lo que pudo. Aun no sabia porque Lobo la había dejado libre pero más le sorprendió encontrarlo de pie junto a ella, esperándola.


Juan había llegado a la posada y entre todo el tumulto de gente intentó llegar hasta su padre para pedir ayuda. Casi había llegado, podía ver la figura rechoncha que servía platos y llenaba jarras, pero en el momento que las palabras estaban a punto de salir de su boca la puerta se abrió de par en par.
Una figura alta que el niño ya bien conocía entró a la posada y Juan intentó esconderse como pudo detrás de una silla. Volvió la mirada hacia la puerta para ver si el peligro había pasado pero su sorpresa fue enorme cuando tras el alto hombre vio aparecer otra figura más menuda y encapuchada. Pensó que lo mejor sería esperar a que las cosas se calmaran, hasta poder saber si su antiguo socio, o más bien, socia, le verificara que todo estaba bien.

Azar escondía todo lo que podía su rostro bajo la capucha, pues ahora que el maquillaje había desaparecido corría el riesgo de que alguien la identificara como mujer. Se adelanto a los pasos de Lobo el cual miró a su joven escudero que lo aguardaba en una silla de la estancia. El aligerar el paso no ayudó en nada a disimular el dolor de su tobillo y apretando los dientes subió las escaleras deprisa hasta llegar a su habitación. En cuanto intentó girar el pomo se percató de que antes de ir al monasterio había dejado la llave echada por el interior. Frente a esto calló al suelo de impotencia y cansancio, recogiendo sus piernas y apoyando la frente sobre su rodilla. Los ojos empezaron a pesarle cada vez más y más, hasta que el cansancio pudo con ella y calló sumida en un intranquilo sueño, allí frente a la puerta de su habitación.

Un rayo de sol acarició su mulata piel haciendo que poco a poco abriera los ojos hasta encontrarse tumbada en la cama de la habitación en la posada, con la capa doblada a su lado y la ventana entre abierta. Por un momento pensó que todo lo sucedido ayer había sido un mal sueño pero cuando se fue a levantar el dolor la trajo a la realidad. Su tobillo no había mejorado en absoluto y la caída y el forcejeo de ayer le había provocado alguna que otra magulladura y corte en la espalda y los brazos.
No tenía hambre por lo cual se puso su capa otra vez y maquilló su cara con polvos blancos que disimulaban sus facciones y ocultaban su tono de piel. Ni siquiera se molestó en cambiarse de ropa ni coger el arco y las flechas. Necesitaba que alguien le echase un vistazo a su pie, y el único lugar que conocía era el mismo donde anoche sucedió todo. El monasterio.

Llegó momentos después al edificio. Nadie paseaba por las calles de Toledo ,sin embargo, cuando con ayuda de un bastón improvisado Azar llegó hasta el portón pudo escuchar bullicio a través de la puerta.
Tocó una , dos veces y esta vez un monje le abrió la puerta al instante.

-Buen, hombre ¿podría ayudarle en algo?-Le preguntó el monje. Azar asintió despacio y explicó su circunstancia. Poco tiempo después era conducida por el agradable hombre a través del jardín interior, hasta un cuarto lleno de botes y estantería donde varias camas vacías estaban alineadas.

-Espere aquí un momento, Un monje vendrá a curarle.

Se sentó en una de las camas y descansó el pie. La puerta estaba abierta y daba a un hermoso huerto cuidado y mimado. La atmósfera era casi mágica, el olor del jazmín, el romero y el tomillo se mezclaban juntos en la sala mientras que unos rayos de sol se filtraban lamiendo la piel de Azar.
Miró curiosa algunos monjes que se arrodillaban en el huerto plantando verduras y regando algunas plantas. Entonces desde lo lejos divisó un novicio que ella ya bien conocía. Desvió la mirada. No sabía si quería que fuera el quien la curase, aunque por otro lado no le importaba en absoluto hablar con él. De todas maneras Pedro parecía ser el monje que debía curarla.

-¿Usted aquí otra vez?- le dijo educadamente el novicio sonriéndole. Llevaba el hábito algo sucio debido a la tierra, pero su rostro desprendía luz.

-Ayer resbalé debido a la lluvia y me lastimé el tobillo.- Mintió Azar. Pedro se arrodilló y examinó su pie haciendo varios movimientos. Con cada movimiento la cara de Azar se contraía en una mueca de dolor.

El chico se levantó del suelo y se dirigió a una de las numerosas estanterías, cogiendo algunas hierbas, aceites y vendas. Trató y vendó el tobillo lastimado mientras él y Azar comentaban distintas obras de diversos hombres de letras.

El calor a media mañana se hacía de notar y Azar acabó por quitarse la gruesa capa granate quedándose solamente con su ancha camisa, manchada en algunos lugares de pequeñas gotas de sangre. Eran las heridas de la caída de anoche, meros rasguños que a penas habían sangrado, lo que realmente le dolía a Azar eran los cardenales de la espalda, sin embargo las simple manchas bastaron para levantar las preocupaciones del joven.

-Deje que le mire también esas heridas.-dijo acercándose e intentando levantar peligrosamente la camisa, acto que Azar detuvo.

-¡NO!no.. no es nada, no es necesario.- Casi gritó Azar.

-Insisto, no tardaré na...-EL novicio había sido más rápido que ella y había levantado lo suficiente la camisa como a parte de ver los pequeños cortes y los numerosos cardenales, pudiera ver el pecho vendado y abultado que escondía la camisa. No acabó si quiera la frase mientras se alejaba de ella, susurrando cosas que Azar no entendía. Cerró la puerta que daba al patio y echo el pestillo. Azar nerviosa cerró los ojos y suspiró. Llevaba dos años viajando por toda España vestida como hombre y nadie había sospechado, sin embargo, dos días en Toledo le habían supuesto un desagradable reencuentro, magulladuras y que tres personas supieran su secreto, haciendo peligrar tanto su mentira, como su propia seguridad.

El nerviosismo empezó a atacar al joven cuyas manos temblaban. Se dirigió al fin a Azar, sonrojado por un pudor repentino y a la vez enfadado:

-¡¿Pero qué has hecho?!- dijo el novicio.

-No se lo dirás a nadie ¿verdad? - eludió la pregunta Azar.

-Pe-pero... ¿estás loco? Q-que diga loca...¿Sabes lo que te puede pasar si te descubren? ¿Por qué lo has hecho? - Empezó a tartamudear, temiendo que la mentira acarrease mayores males que los que imaginaba. Pero Azar había estallado en una convulsión de pensamientos que se chocaban unos entre otros en su mente y temiendo que la pregunta que tantas veces se había hecho a si misma en un pasado volviese a martirizarla.

-¡¿Sabes todo lo que me ha pasado por hacerlo?! ¿Todo lo que he visto? ¿todo lo que he aprendido, lo que he leído? Lo he hecho por exactamente lo mismo que tú, porque el ansia de saber también corre por mis venas. Porque estaba harta de ser “mujer” y todo lo que eso conlleva.

Pedro se había quedado sin argumento,sin saber que decir hasta que unas palabras brotaron de sus labios, livianas como el agua:

-Pero hay otras opciones...- su cara ya no era de enfado.
Azar se levanto aun cojeando y se dirigió a la puerta ignorando si Pedro estaba dispuesto a guardar su secreto. Abrió la puerta y cuando su figura se recortó contra el sol dijo si girarse:

-Dime una sola opción...-Por respuesta solo obtuvo el silencio. Estaba cada vez más harta de las idealizaciones sobre las personas, de los límites que marcaban tu piel o tu sexo, estaba harta de someterse en un mundo lleno de leyes. Por eso, a modo de despedida, quizás definitiva solo dijo- Lo suponía... ¿Cuántas mujeres hay en este monasterio Pedro?

Sin más la puerta se volvió a cerrar con un portazo.

2 comentarios:

  1. Por aquí dejo la continuación del relato para todo aquel que quiera leerla y comentarla. Espero que os guste y feliz Navidad.
    Hasta la próxima entrada
    Alejandra

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  2. Sigue siendo interesante, Esperamos más. Calló del verbo caer es con y griega. Feliz navidad.

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