martes, 6 de diciembre de 2011

Dulces recuerdos del pasado.

Aquella noche fue la más fría de todo el año en aquel pequeño pueblo de Roma. César aún daba los últimos retoques a aquella escultura, deseaba recostarse aunque solo fuese una milésima de segundo para descansar del duro trabajo que llevaba ejerciendo durante todo el día y de el que le esperaba a la mañana siguiente.

Cuando acabó acarició aquellos ojos sublimes que terminó de tallar en la escultura en ese mismo instante, sopló con un ligero movimiento los restos de madera que quedaron esparcidos sobre la mesa del taller. Miró a su alrededor y esbozó una leve sonrisa, ahora ya tenía esculturas suficientes para vender, y al menos ir al mercado para que su familia pudiese tener algo que comer al día siguiente.

Se dirigió hacia la única habitación de la casa, miró al frente, su hijo pequeño estaba recostado en la cuna que él mismo había construido antes de que naciera, cuando su mujer le dio la noticia. Helena, su mujer se encontraba tumbada en la cama con una colcha de lana. César se tumbó e intentó pensar que mañana sería un día mejor.

A la mañana siguiente César despertó, sus dientes chirriaban y sentía los pies helados, el helor de la noche había dejado secuelas en aquella habitación. Se levantó de la cama y se dirigió hacia el taller, su rostro quedó pálido al ver que no quedaba ni una escultura de todo aquello que había echo durante el último semestre, no quedaba nada, ni material , ni herramientas , y por supuesto no había ni rastro de las esculturas, le habían robado.

Helena se acercó hacia el taller al percatarse de que César no se encontraba en la habitación .Lo encontró allí, con su rostro aún pálido y sus dientes chirriantes. Helena miró a su alrededor vio lo ocurrido y rompió a llorar sin más. Las lágrimas le recorrían por la piel suave y blanca de sus mejillas. A pesar de todo lo ocurrido Helena tuvo valor, se acercó a César y le dijo:

-No te preocupes, esto solo es una racha más que pasar, hemos pasado por cosas peores, ya sé que aún tenemos que pagar el alquiler del taller pero encontraremos una solución.

César sollozó y dejó escapar una pequeña sonrisa para dejar ver a Helena que sus palabras le habían servido de consuelo.

Los dos se abrazaron y dijeron al unísono:

-Sé que saldremos adelante.

César calzó su único par de zapatos, se abrigó como pudo y le prometió a Helena que todo saldría bien.

Anduvo horas y horas por las calles de Artena en busca de ayuda .El helor le cubría los dedos de las manos y de los pies, pero siguió en busca de ayuda.

Pasó por la calle más transitada de Artena, donde todo eran comercios y talleres, se acercó al taller de Saúl, un hombre anciano que vendía esculturas sobre todo a gente de clase alta, como reyes y nobles, por ello César pensó que podría ayudarle.

César habló con Saúl y le contó lo ocurrido. El anciano entró en el taller sin decir nada, César resignado se dio la media vuelta con la intención de volver a casa sin nada que poder hacer, el anciano salió del taller y se dirigió hacia César dejando caer su mano en el hombro y le dijo: -Entra en el taller tengo algo para ti. César entró en el taller sin mediar ni una sola palabra. Saúl abrió una puerta trasera a su taller e hizo un gesto a César invitándolo a pasar. César barrió con la mirada aquella habitación, todo estaba repleto de herramientas y material para esculpir, el hombre hizo una mueca y le dijo:-Coge lo que necesites, espero que aquí haya lo que buscas si no es el caso tengo una tienda dos calles mas arriba, César le preguntó:

- ¿Qué va a pedirme usted a cambio?

El hombre musitó, no pudo evitar sonreír y respondió:

- Me han dicho que eres un buen escultor necesitaría que me ayudases con el negocio, ya estoy un poco viejo y no puedo hacerlo todo yo solo, ya voy necesitando algo de ayuda.

A César por un momento le inundó la alegría y aceptó el trato del hombre.

Saúl ayudó a César a colocar el material en un carro de madera justo cuando el hombre dio media vuelta para volver al taller, el hombre le llamó la atención le dio las gracias con un tono enérgico y lleno de felicidad, el hombre asintió con la cabeza con una pequeña sonrisa dibujada en el rostro.

César volvió a su pequeña casa. Helena daba de comer a su hijo las últimas provisiones que quedaban del mes, giró la cabeza sin esperanza alguna de que su marido hubiese hallado algo de ayuda en el pueblo, al darse cuenta de que el hombre venía con un carro cargado de materiales el rostro de Helena se vio inundado de lágrimas de felicidad le preguntó como lo había logrado y el hombre le explicó todo lo sucedido. Helena se sintió muy agradecida con aquel hombre a pesar de que no lo conocía agradecía aquel acto desinteresado por su parte.

César volvió a su taller llevando en sus manos el carro repleto de materiales de trabajo que Saúl le había cedido, y comenzó a esculpir una figura que llevaba bastante tiempo rondándole la cabeza, era la imagen de una niña rubia muy guapa de unos diez años, con el pelo muy largo y los ojos castaños. El hombre no sabía del por qué esa imagen en su cabeza y ni siquiera recordaba haber visto a una niña así, pero decidió esculpirla para ver qué beneficio podría obtener al venderla. Terminó la figura, y a César le impactó tanto como le había quedado que decidió guardarla en uno de los armarios que se hallaba en el taller para protegerla en el caso de que pasase algo parecido a lo que pasó en semanas anteriores.

Pasaron seis semanas y César ya tenía coleccionadas un montón de figuras echas por el, pues no había pasado una semana sin trabajar a pesar de que Helena le había prohibido trabajar tanto durante el día. César tenía las manos resecas y los ojos cansados, esa noche decidió acostarse un poco más temprano, necesitaba guardar algo de energía para poder vender sus esculturas y obtener beneficios para sacar a su familia a delante.

Cuando llegó el día siguiente el hombre se dirigió hacia el taller de Saúl andando a toda prisa deseoso de mostrarle al anciano sus nuevas obras, salio a la calle y fue una sorpresa cuando vio demasiado revuelo en la calle. Al poco tiempo se dio cuenta de que había venido el papa a visitar al pueblo de Artena. Curioso se acercó a Dulcinea, una de las calles principales de Artena, y vio que había un entierro, todo era muy extraño, el Papa nunca había visitado Artena por un caso así. Decidió dejar de lado aquella calle llena de barullo, y dirigirse a su motivo principal de la salida de casa, ir al taller de Saúl.

Se acercó a la puerta del taller y tocó, se extraño al comprobar que no había nadie, volvió a tocar repitiendo a su vez el nombre del anciano, miró a su izquierda y una vecina se le acercó sollozando y le dijo: -Saúl no está, ha muerto.

César no podía creer todo aquello, le parecía imposible, ayer Saúl estaba tan bien y hoy… ya ni si quiera estaba. La mujer invitó al hombre a entrar a su casa y le explicó que el Papa estaba allí por ello. Saúl siempre había sido un hombre muy bueno y generoso, y a demás de ello vivía de la escultura porque le gustaba, simplemente porque le apetecía hacer aquellas obras a pesar de que no le hacía falta trabajar, pues era un hombre muy adinerado. Conocía a nobles de toda Roma y de algunos pequeños pueblos.

La mujer extendió su mano sobre la mano de César y le dijo:- Toma esto es para ti, lo encontraron en su taller.

César se estremeció y cogió la carta con mucho cuidado, como si se tratase de un pequeño animal frágil y vulnerable. Abrió la carta y dirigió su mirada al primer párrafo, seguidamente comenzó a leer.

- César ya sé que no lo estás pasando muy bien, estos no son buenos momentos para ti por eso quiero decirte algo. Tengo una enfermedad y no sé cuanto tiempo voy a durar en este negocio, yo siempre he sido un hombre solitario mis padres murieron cuando yo tenía nueve años y no tengo más familia que yo crea conocer, así que creo que deberías quedarte mi taller y mi casa, y te daré un consejo de buen comerciante, tus obras véndeselas a doña Sofía, es una chica de buena familia que vive en el centro de Roma, siempre me compraba esculturas y hacía buen negocio con ella. Espero que te haya servido de ayuda este viejo que es un simple escultor. Un saludo, Saúl.

César no podía creerlo, Saúl había muerto, la mujer lo miraba intrigante y le preguntó con tono misterioso: -¿Qué dice la carta?

César salió de la casa de aquella vecina y le dio las gracias por todo sin responder a la pregunta.

Se dirigió a casa abrió la puerta de su taller y vio que Helena estaba en el mercado con su hijo pequeño, creyó que no tardaría mucho en volver.

César se posó sobre un aparatoso sillón que había en el cuarto y comenzó a pensar en todo lo que decía aquella carta. A pesar de que no conocía mucho a Saúl, ese hombre le había dado de comer a su familia le había ayudado en los momentos mas duros sin conocerlo de nada, y le había regalado su taller. César se sintió muy agradecido y se estremeció al recordar la calle llena de gente por la muerte de Saúl.

Helena entró en casa con una sonrisa, venía de comprar algo para comer ,se llenó de sorpresa cuando vio a César, le preguntó que había pasado, y César le mostró la carta, la mujer no podía creerlo, pero al menos ahora su familia tendría con qué sobrevivir. Helena y César siempre habían vivido en la miseria ese pequeño taller con una sola habitación lo habían logrado a base de mucho esfuerzo y ni si quiera les daba para poder comer todos los días.

César intentó olvidar lo ocurrido y vender las esculturas que aún tenía pendientes, en ese mismo instante recordó la carta de Saúl, recordó a Sofía, esa noble de buena familia y decidió dirigirse a Roma, no estaba muy lejos de Artena.

Llegó a la ciudad, las calles estaban llenas de color, parecía que todo el mundo estuviese feliz. Los mercados estaban llenos de color, había frutas silvestres por todas partes, también habían otros puestos con cuadros de pintores .Los niños correteaban de una lado hacia otro y había personas cantando en las calles.

Siguió hacia delante y paró a una mujer que estaba cerca del puesto de frutas silvestres y le preguntó:

-Perdone, ¿podría usted decirme si sabe donde vive doña Sofía?

La mujer se sorprendió y dijo:

-¿Doña Sofía? ¿A caso va a venderle usted algo?

El hombre le respondió con un tono indiferente y le dijo:

-Pues esa es mi intención ¿Por qué se muestra usted tan sorprendida?

La mujer le explicó que ningún artista de la ciudad de Roma había logrado que sus obras luciesen en aquella inmensa mansión pero aún así le explicó donde se hallaba.

César se dirigió hacia la dirección que aquella mujer del mercado le había facilitado, la mansión estaba alejada del barullo, los alrededores de la casa estaban repletos de verdes árboles que marcaban una perfecta sombra en el suelo en ese día tan soleado. César quedó impactado al ver aquel lugar, esa casa era grandísima. Las paredes estaban echas de piedra y su estructura era perfectamente sólida.

Se acercó hacia la puerta principal, una enorme puerta con un candelabro a cada lado y decidió tocar. Le abrió una señora algo mayor con un vestido al parecer trajeado, largo hasta los pies, y le dijo: ¡No, no queremos nada!

César se sorprendió al ver la reacción de aquella mujer y justo cuando ella iba a cerrar la puerta, César le dijo con un tono bastante alto: -¡Espere! vengo de parte de Saúl, el escultor.

La mujer dejó la puerta abierta y le dijo –Pase un momento y discúlpeme, por haber sido tan grosera con usted, pero es que ya estamos acostumbrados a que vengan comerciantes y la señora Sofía solo acepta a gente que esté en la lista.

César aceptó sus disculpas y comprendió a la señora.

La mujer se dirigió al pasillo principal de la casa, dejó a César esperar en una de las salas y le dijo que llamaría a Sofía.

Sofía bajó por aquellas escaleras de caracol, perfectamente brillantes y con una alfombra color marfil que se dejaba caer por cada escalón, llevaba un vestido aterciopelado de color azul muy oscuro, que dejaba ver perfectamente los mechones rubios de su pelo largo y brillante que se extendían sobre sus hombros, y que resaltaban esos ojos marrón chocolate que parecían estar tallados por un prestigioso escultor de cualquier reino.

Sofía se dirigió hacia la sala donde se hallaba César.

La chica se sentó y al verla César sintió que la conocía, algo familiar había en ella, esos ojos marrones, el pelo rubio, algunas facciones de la cara… pero era imposible, ella era una noble de clase alta, y el era un simple escultor que ni si quiera podía mantener a una familia con su humilde trabajo.

La chica le preguntó -¿Ha venido usted a traerme alguna obra de Saúl? ¿A caso es usted su nuevo repartidor? .César negó con la cabeza y le explicó lo ocurrido. Sofía no podía creerlo su rostro se inundó de sorpresa y tristeza a la vez, no podía explicarse cómo podía ser. La chica se vio muy afectada con todo lo que César le contó, llevaba muchos años manteniendo una relación de amistad con Saúl, y sus obras eran únicas.

Tras un buen rato hablando, César le explicó que Saúl le había cedido su taller y que en la carta lo había enviado a ver a Sofía. La chica sintió curiosidad por ver las obras de César, pues Saúl no hubiese enviado a nadie que no supiera que estuviese a la altura de la señorita Sofía, pero César no tenía ahí sus obras, así que Sofía mando a uno de sus criados a ir a recoger las obras del hombre para que ella pudiera apreciarlas.

César recordó en ese mismo instante la figura que había tallado y había guardado en el armario en el caso de que ocurriese algo, y le indicó en ese momento a la criada donde se hallaba su mejor escultura, esculpida recientemente.

La criada se dirigió hacia el pueblo de Artena, con la dirección que el hombre le había dado. Mientras tanto César y Sofía se quedaron en la sala a la espera de la criada tomando un té, mientras conversaban sobre Saúl. La criada llegó y le hizo saber a Sofía que las obras ya se encontraban a su disposición .Las obras venían envueltas en unas cajas de madera que la sirvienta desplegó sobre la inmensa alfombra de la sala. Sofía abrió la primera caja, aquella era la mejor obra de César, la que más trabajo le había llevado hacer pero sobre todo la que mejor le había quedado.

Sofía quedó sorprendida al ver la figura de madera, cuidadosamente pintada y sin falta de algún detalle, la acarició con sus suaves manos y su rostro que derrochaba sorpresa dijo :

- Es lo más hermoso que he visto en mi vida, soy yo cuando era una niña ¿Cómo lo has logrado? ¿A caso me conocías antes?

César quedó boquiabierto tan sorprendido como Sofía y le dijo, realmente no sé como ha ocurrido ,sentía la necesidad de esculpir esta figura, era una imagen que rondaba en mi mente de hacía mucho tiempo y no sabía el por qué.

En ese momento vio el rostro de Sofía iluminado admirando a la figura, y sintió una enorme oleada de recuerdos que jamás había experimentado, por su cabeza pasaron mil imágenes en un solo minuto, vio esa misma casa ,él estaba en una habitación y unos bandidos entraron por la puerta , una niña rubia entró en la habitación y en ese instante gritó el nombre de su madre, eso era todo lo que César recordaba.

Intentó unir recuerdos, no sabía el por qué de todo aquello, no entendía por qué recordaba haber estado en esa casa miles de veces ni por qué sabía la dirección de las habitaciones, al momento recordó a Sofía dándole un abrazo cuando ella aún era pequeña y supo que pasaba. Sofía era su hermana pequeña a él lo raptaron cuando era niño y su familia no pudo saber nada más de él y su paradero a pesar de que lo buscaron durante muchos años, el vivió en la calle todo ese tiempo y conoció a su mujer, Helena. Le explicó todo a Sofía, la chica no entendía por qué César se había bloqueado tan bruscamente en unos minutos, se podía apreciar en el rostro de Sofía como caían lágrimas de sus ojos sucediéndose una tras otra, las cuales iban dejando sus mejillas húmedas y sus ojos marrón chocolate se hacían un poco más claros, en ese momento entendió todo, César era su hermano mayor, el que siempre la había protegido y el que había desaparecido una noche sin dejar rastro ni decir nada.

Los dos hermanos se abrazaron, ese cálido abrazo bastó para que César pudiese recordar todo lo demás, los rostros de ambos se vieron inundados de felicidad.

Sofía le hizo explicarle donde había estado en los últimos años y le hizo saber lo mucho que lo había echado de menos.

Sofía mandó a su criada a recoger las cosas de César y su familia, para poder mudarlos a una habitación en su mansión. Se mudaron a casa y Sofía hizo construir un taller para el hombre, porque a pesar de que ya no le hacía falta trabajar, el quería seguir esculpiendo esas obras que le habían devuelto lo que más había echado de menos en todo ese tiempo.



Ariadna Alférez Poretro 3ºD

2 comentarios:

  1. Me enkanta!!! Eres una artísta!! No lo des por perder (; L Lily

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  2. Ya tienes un admirador en Adam.
    Bueno, he de reconocer que en un primer vistazo "flipé con las descripciones brillantes de personajes, lugares y sensaciones" de tu relato y lo dejé de leer para "comprobar que eran tuyas", tal como te dije en clase. Ahora ya he leído con detenimiento el relato y he sacado varias conclusiones:
    -Está muy bien, muy bien.
    Lo mejor es lo que te he comentado antes.
    -No está tan bien el uso de los signos de puntuación.
    "echo", no Hecho, del verbo hacer.
    -Porque yo lo sé, puedo ubicar la historia en época medieval o renacentista, pero alguien que no lo sepa, diría que es contemporánea.
    Estas pequeñas críticas lo son para que mejores y escribas así de bien más historias.
    MIS MÁS SINCERAS DISCULPAS.
    nota:10

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