martes, 6 de diciembre de 2011

MIS ROSAS FAVORITAS
Me llamo Isabella y tengo diecisiete años. Vivo a las afueras de Florencia (Roma), en una villa bastante grande;con mi madre y mi hermana pequeña Verónica. Mi padre dejó de estar con nosotras hace unos tres años. La pésima noticia nos llego cuando me disponía a salir un rato a dar un paseo con Bella, mi hermosa yegua de color banco, estaba subiéndome en ella cuando de repente el mensajero me entregó un sobre muy bien sellado y con olor a rosas, mi padre sabía que esa era la flor que más nos gustaba, y por lo tanto decidió que cada vez que nos escribiera una carta la firmaría con ese olor. Él era militar, normalmente estaba seis o siete meses fuera de casa. Cuando lo cogí no me esperaba para nada la noticia que iba a recibir. La leí. No podía moverme del sitio en el que estaba ni decir una palabra. Fue cuando la primera lágrima resbaló sobre mi mejilla. Me volví a subir a mi yegüa y tiré la carta al suelo y galopé con ella hasta que perdí de vista la villa. Unas horas después volví de nuevo y me encontré a mi madre con la carta en la mano esperándome en la puerta principal de la casa. En ese momento volvió a entrar otra vez a la casa sin ninguna lágrima que pudiese divisarse. En la cena no nos atrevimos a decir nada, solo mi hermana Verónica, puesto que ella aún no lo sabía, pero daba lo mismo, seguíamos sin decir ni una palabra. A las dos semanas mi madre se lo comunicó a mi hermana. Nunca antes la había visto tan disgustada, tanto que los primeros días no quería comer. Al final, fue entrando en razón, pero seguía estando igualmente dolorida.
Ahora son las cuatro de la tarde. Me estoy preparando para una cena “muy importante” según mi madre. No entiendo porqué he de vestirme tan temprano, si hasta las nueve de la tarde no comenzará. Las criadas que me ayudan a vestirme, dicen que para estar perfectamente perfecta no se puede conseguir en unos minutos, sino que horas y horas. La verdad, es que odio que todo lo hagan ellas, por ejemplo el vestirme, que lo puedo hacer yo sola, pero siempre me dicen que no, que ese no es mi trabajo. Todo esto son órdenes mi tía Gilda, una mujer con una educación, unos gustos y unas formas que cualquier señora su edad quisiera tener. Lo que no me gustaba de ella era que daba mucha importancia a todo lo que tenía que ver con el poder, los territorios, la clase social en la que debíamos situarnos,... Mi madre la admiraba mucho, ya que mi tía había sido la que había educado a mi madre cuando tenía nuestra edad, y decidió que sería buena idea que ella fuese nuestra tutora. A mi el poder y todas esas historias me daban un poco igual, es más, me hubiera gustado ser de clase media, casarme con un hombre que no tuviera que ser de mi misma clase social y poder comportarme como a mi me apeteciese dependiendo de la situación, es decir, ser como yo era, no como me habían enseñado a ser. Pero todo eso era un sueño. Nunca aceptarían que fuera así. Y eso era lo que no podía soportar de veras, pero era con lo que tenía que vivir, no tenía más opciones.
Ya eran las siete, y no todo estaba preparado, mi madre estaba de los nervios. Tenía que venir el chico al que mi madre había encargado una escultura de madera. Pero no aparecía. Quedaban demasiadas cosas por hacer, aparte de encargarse de la llegada de la escultura, y como yo ya estaba lista me pidió que por favor me encargara yo de esa escultura tan esperada; mientras ella daba ordenes a los criados para que siguieran haciendo su trabajo.
Media hora después el chico llega con la esperada escultura, lo estoy viendo desde la ventana de mi habitación. Hace más o menos diez minutos que se ha puesto a llover, menos mal que la cena de en el gran salón de la casa. No puedo ver como es físicamente el chico, ya que lleva una especie de de lana marrón y un gorro del mismo color que le tapaba toda la cara.
Estoy bajando por las preciosas escaleras de mármol que nos regaló mis bisabuelos cuando mis abuelos hicieron la casa.
Adele, la criada más joven le abre la puerta y lo hace pasar, mientras yo diviso la situación desde lo más alto de la escalera. Pero no tengo que perder tiempo, la fiesta empezará dentro de poco y mi madre estará atacada. De repente el chico se quita el gorro que le cubría la cara y se dirige a mi, se pone de rodillas y esboza una gran sonrisa.
Buenas tardes, señorita Ciavallera. Aquí dejo la escultura que nos encargasteis.
Gracias, pero creo que llegas con bastante retraso, ¿no es así?
Lo siento señorita, no era mi intención, he esperado a que dejara de llover, pero al ver que no paraba pues...
Ya, ya vale, no hace falta que me cuente más. Gracias por traer la escultura de nuevo, y adiós.
Lo que usted desee, buenas tardes.
Termino de bajar las escaleras y el chico cierra la puerta cuando bajo el último escalón. Sigue lloviendo un poco menos que al principio, así que no se va a mojar mucho más.
Desenvuelvo la escultura. Es realmente bonita. Tiene forma de un ramo de rosas perfectamente trabajado, como si en esa escultura se pudieran oler cada una de aquellas doce rosas.
Le entrego la hermosa escultura a Adele, que sigue quieta al lado de la puerta, y le pido que se la lleve a mi madre.
Permanezco unos segundos más enfrente de la puerta, y es cuando recuerdo la cara de aquel chico. La verdad es que no estaba tan mal, era moreno de pelo corto y ondulado, con ojos marrones y unas cejas finas, la nariz un poco ancha y unos labios finos. Más que nada un chico normalito. Cuando mi tía me toca el hombro y hace que me gire. La verdad es que mi tía le tiene más aprecio a mi hermana Verónica que a mi. Siempre dice que por su parte nunca dejaría que yo fuese la heredera de la fortuna de mi padre, que siempre estaba en mis cosas, que no sabría llevar la casa, y que podía sobrevivir con la vida que llevaba solo con mi belleza. No le suelo dar mucha importancia al tema de la belleza. Tengo la piel muy clara, pelo demasiado largo para mi gusto, con unas bonitas ondulaciones y de color marrón; ojos verdes claros, cejas y nariz finas, y labios carnosos. Mi hermana en cambio era más dispuesta, siempre estaba con la curiosidad de las cosas que le contaba mi tía, y por tanto prestaba más atención, y eso a mi tía le encantaba, por eso mismo era su “preferida” en algunas cosas.
¿Estás ya lista?
Sí, sí, ya han terminado de prepararme.
Muy bien, estás encantadora. Ahora ve al gran salón, dentro de nada empezarán a llegar los invitados.
Pero si aún son las...
No me deja terminar.
No quiero que me rechistes más. He dicho que te dirijas allí y a callar.
Vale, está bien.
La miro por última vez con una cara de enfado y me doy la vuelta. No me gusta que me den órdenes, y menos que no me dejen acabar frases. Pero no me voy a ir al gran salón, por lo menos quedan unas dos horas para estar allí de pié.
Así que, cuando se da la vuelta para ir a la cocina, corro a la entrada y me voy a los establos.
En estos momentos que ya no puedo ni verla la única escapatoria que tengo es ir a dar un paseo con Bella. Ya sé que este no es el mejor momento, pero ya me da igual.
Le pido a un mozo que si me puede subir a la yegua, ya que con aquel vestido tan pesado no podía subirme sola. Ha parado de llover hace poco. Cuando ya estoy subida encima de Bella cojo las riendas y me dirijo hacia el bosque.
Entonces veo a aquel chico de la escultura sentado bajo un árbol. Paro a Bella justamente al lado de él, y lo miro sin decir nada. Él se sobresalta por la llegada del caballo ya que aquellas tierras eran suyas.
Señorita, lo siento de veras por estar aquí, pero es que esperaba a que dejara de llover.
Seguía montada en Bella, y entonces pensé que en la casa, cuando el chico llegó había sido demasiado dura con él, y no quería volver a ser así con él, más que nada porque yo no era de esa manera.
No,no,no te preocupes de verdad. Quédate el tiempo que necesites. No importa, pero solo por hoy, porque no vendrá nadie a montar, pero ya está.
Vaya muchas gracias, de verdad, pero ya me iba.
El chico volvió a esbozar una de sus espectaculares sonrisas. Se levantó y cogió su mochila. Entonces volvió a hablar.
Está muy hermosa señorita Ciavallera, no debería pasear con un vestido tan bonito, se le podría manchar.
Gracias por tu observación, pero no es usted el que me dice lo que tengo y no tengo que hacer.
Es verdad, pero yo se lo digo. Me llamo Michael. Michel Vouteell.
Y me tendió la mano. Yo se la tendí también.
Pues muy bien señor Vouteell, si se vuelve a decir lo que tengo y no tengo que hacer ya tendré su nombre para quejarme y tomar las medidas necesarias.
Él chico se empieza a reír.
Vale, vale, lo siento, ya no diré nada más. Y más que nada no soy señor, me puede llamar solo Michael, tengo diecinueve años, asique al señor todavía no llego.
Entonces me empecé a reír por aquel comentario tan estúpido que había hecho. - ¿Qué?¿le hace gracia?
De inmediato me volví a poner seria.
No. Bueno... me tengo que ir, llegaré tarde como siga charlando con usted.
Me doy la vuelta para volver al establo, y le doy una patada en el costado a Bella para que ande.
¡Espera! No me has dicho como se llama...
Eso no importa ahora mismo.
Y sin darme la vuelta seguí hasta que llegué.
En efecto la fiesta había comenzado, y lo peor es que el vestido me lo había manchado un poco al bajar de la yagua. Entré por la puerta principal. Allí estaba mi hermana. Se acercó a mi y me dijo que mamá y la tía Gilda me habían buscado por todas partes y no me habían encontrado. No le dije nada y me dirigí al gran salón.
Están todas las mesas llenas con sus respectivos ocupantes.
Allí estaba mi tía hablando con unos invitados, se ha dado la vuelta y le ha pedido a las personas con las que hablaba que esperen un momento. Se dirige hacia mí. Con una sonrisa falsa pintada en sus labios para que los invitados crean que no pasa nada.
Querida mía, ¿Dónde estabas?
Me coge del brazo y me mira a los ojos.
He ido a mi habitación a terminar de arreglarme.
Ah, claro que sí. Por eso me han dicho los guardias de la casa que has ido al campo a montar un rato y que te han visto con aquel chico, que era...¿escultor?
¿Qué?¿Quién ha dicho eso?
Cariño, ten cuidado con tus actos, no debes deshonrar a la familia.
Se dio media vuelta y se fue sin dejarme decir nada más hacia sus invitados que la esperaban.
¿Cómo sabía que había hablado con aquel chico?¿ Y quien sería el que le contaba las cosas a mi tía?
Me pasé toda la noche observando a la gente, por si alguien hacia un gesto o alguna mirada extraña que pudiera delatarle. Pero nada.
Eran ya las doce y cuarto de la noche, y la gente se estaba marchando. Mi madre se encuentra en la entrada del Gran salón. Me acerco a ella y le doy un abrazo. La verdad es que no suelo nunca abrazar a mi madre, si lo hago es porque me siento mal, con rabia por no poder hacer algo; en este caso por no poder descubrir quien se lo había dicho.
¿Qué te pasa cielo?
Nada, solo que alguien se va da la lengua.
¿Cómo has dicho? Es que los has dicho tan bajo que ni te he oído.
Nada, nada, dejalo.
Dejo de abrazarla y me voy a mi habitación, es tarde y tengo sueño. Mañana será un día nuevo.
Son las nueve de la mañana, y hoy me he despertado muy tarde, como mínimos me tengo que levantar a las cinco, puesto que me tienen que preparar porque va a venir mi profesor a darnos clase.
Bajo a desayunar y ahí está mi tía y mi madre. Según me han dicho, mi hermana se ha ido hoy al palacio del conde Bourillon. Como es normal mi tía empieza con las indirectas respecto a lo que pasó ayer. En esta ciudad se dramatiza todo mucho, por verme con un escultor compartiendo un diálogo normal y corriente se lo toman como un pecado que Dios sabe como perdonármelo. Pero aun así me importa lo más mínimo.
¡Buenos días Isabella.!
Buenos días madre, tía...
Me siento en la mesa y espero a que las sirvientas me sirvan el desayuno.
Se ve que Isabella se lo pasó muy bien ayer...
¿A sí?Dime hija, ¿qué estuviste haciendo ayer?
Miro hacia abajo y pienso que le voy a decir a mi madre.
Pues que en la fiesta estuve muy a gusto, solo eso.
Ah, muy bien, muy bien, me alegro mucho. Bueno ya he terminado, me voy a dar un paseo por el campo.
Mi madre se retira de la mesa y entonces es cuando miro a mi tía. Ya me he cansado de ella, así que voy a decirle que está pasando.
¿A qué viene esto?
¿A qué viene qué, querida?
A tanta ansia de contarle algo que no ha tenido la mínima importancia.
Ah, eso. A que quiero que tu madre se de cuenta, si puede ser mejor a base de mentiras, a que te rebajas mucho a los niveles de la gente del pueblo, y una heredera no puede ser así. Simplemente le estoy abriendo los ojos a tu madre.
Me levanto de la mesa. Ya no soporto estar más cerca de aquella mujer. Salgo a la puerta de la calle y decido ir a la ciudad un rato. Tengo clase dentro de una hora más o menos, pero llegaría a tiempo.
Pido a un guardia que me llevara él a la ciudad. Me monto en el carruaje y ya no quise saber nada más de las palabras que me había dicho mi tía.
Mientras iba en el carruaje me estaba haciendo una especie de interrogatorio pero no quise decir nada. Preguntas como, ¿Qué tal es eso de ser rico?¿Hay que aprender muchos modales?o ¿Cómo puedes soportar a esa mujer, tu tutora?
La verdad es que esa pregunta me hizo reír, la verdad es que no me esperaba que me preguntara aquello.
Ya estamos en el centro de la cuidad y le digo al guardia que me deje justo al lado del mercado que suele haber.
Me bajo del carruaje, todo huele a fruta y verdura fresca, flores increíblemente bonitas
Me dispongo a dar un paseo y después volver a casa. Me paro en un puesto y me doy cuenta de que en ese puesto venden las flores que nos solía mandar mi padre cuando nos enviaba una carta. Rosas. No puedo evitar quedarme mirando aquellas flores y toquetearlas.
La mujer de aquel puesto se da cuenta y me da un golpecito en la mano para que las deje donde estaban, pero no le hago caso y sigo tocándolas hasta que la mujer vuelve a darme otro. Esta vez si quito la mano y me doy la vuelta para seguir mi paseo.
Oigo una voz de un chico que está llamando a alguien a voces, pero no me doy la vuelta y sigo andando. Se vuelve a escuchar al chico repitiendo una palabra:
¡Señorita, señorita, eh. Oiga, señorita!
Notó una mano que me roza el hombro. Me giro y es él. Es aquel escultor de ayer. Lo miro de arriba a bajo; va vestido con una camisa demasiado sucia, por lo que veo debería ser blanca, unos pantalones marrones roídos y unas botas del mismo color.
¡Hola señorita!.
¡Hola!.
De repente le sonrío. No sé a que se debe aquella reacción, nunca suelo ser “tan simpática” con la gente a la que desconozco, pero aún así me alegro de a verlo hecho.
El chico me devuelve la sonrisa de una forma encantadora. Levanto la vista y lo vuelvo a mirar sin decir nada.
¿Qué hace usted aquí?
He venido a dar una vuelta, ya no soporto estar más en la villa.
Y ahora...¿qué se disponía ha hacer?
La verdad es que no lo sé, no tendré más remedio que volver ahora mismo a casa.
Me dispongo a dar la vuelta para volver al carruaje donde me esperaba el guardia.
Cuando Michael me coge de la mano, y me hace girar.
¿Quiere que la lleve a un sitio donde le aseguro que no se va a aburrir?
No sé que decir... mejor no, tengo el carruaje allí y...
Venga por favor, le aseguro que dentro de un momento estará en el carruaje.¿Vale?
No sé... Bueno, pero solo un rato y me voy.
Vale, vale, pues entonces corramos.
Sin soltarme la mano corremos hacia un callejón, allí puedo leer lo que pone en el cartel que cuelga de la puerta. La taberna del viejo borracho. El nombre de la taberna me llama la atención y pienso que seré la única chica de allí. Michael se detiene delante de la puerta y sin soltarme de la mano lee el nombre de aquella taberna y sonríe. En ese momento lo miro, miro su sonrisa y hace que mis labios esbocen una pequeña sonrisa. Y entonces le pregunto.
¿Es este el sitio en el que no me iba a aburrir? No parece muy divertido....
No juzgues antes de ver lo que te quiero enseñar.
Bueno, pues a ver lo que me quieres enseñar.
Abre la puerta con una sola mano y entramos. Me equivocaba. La taberna estaba llena de mujeres, hombre, ancianos y dos o tres niños de siete u ocho años. La música que tocan los músicos rebotan en aquel lugar. Me quedo en la entrada de la puerta asombrada por la gran cantidad de gente que hay allí. Pero me gusta. Se ve que se lo están pasando bien, bailan y cantan con las jaras de vino en la mano. Michael me invita a entrar dentro, le hago caso.
Voy a por unas jarras de vino, invito yo.
Me guiña un ojo y se dirige a la barra. Mientras yo me quedo observando a las personas. No encuentro a nadie que parezca de clase alta, lo que suelo ver son personas de la ciudad que viven como pueden.
Ya estoy aquí. Tome.
Me da la jarra de vino. Y sigo observando el sitio en el que estoy.
¿Qué?¿Le gusta?
La verdad es que sí me gustaba, nunca solía ver a gente que se lo estará pasando tan bien. En las fiestas que organizaba mi madre y mi tía solía ser un poco aburridas, con buenos modales e intentando no hablar mucho. Allí, en aquella taberna estaba a gusto. Lo miro y asiento de forma energética.
Me alegro mucho. Apuesto lo que usted quiera que no hacen estas cosas en la villa.
No, nunca solemos hacer cosas así. Y la verdad es que me arrepiento.
Michael ríe por el comentario que ha hecho.
Venga, hoy hay músicos muy buenos, vamos al centro a bailar.
¿De veras? Venga vamos.
*
Han pasado tres horas desde que llegué a la taberna y me tengo que ir ya, el guardia está esperándome aún y a lo mejor a salido a buscarme por la tardanza.
Michael, me tengo que ir ya. Es muy tarde y no puedo perder más tiempo.
Pero... quédese un rato más, por favor. Nos lo estamos pasando muy bien.
Ya, ya lo sé, pero se ha hecho demasiado tarde. Adiós.
Me dirijo a la salida. Y pienso que estaría bien quedarme otro rato, ya que, no suelo hacer nunca estas cosas, según mi tía todas aquellas personas son “ unos vulgares, que viven de robar en las villa ya que no tienen ni para comer. No dirijáis más de tres palabras con ellos, por que son malos, y os arrastrarán a ser el mismo de personas que son ellos. Unos vulgares”. Mi tía pensaba muy mal, y además con muchos errores acerca de lo que nos había comentado, aquellas personas eran las mismas que nosotras, además con más honor que cualquiera de otra familia noble.
Señorita, me gustaría verla otro día si puede ser. Pasado mañana a las diez y media de la noche estaré esperándola en el árbol de otro día, del bosque.
Seguí andando hasta que salí de La taberna del viejo borracho..
Corrí hacia el mercado, donde el guardia seguía esperándome.
Señorita,¿donde ha estado?
He estado dando una vuelta muy larga y me he encontrado a la marquesa de Fernicua. Nada más. Volvamos a casa.
Llego a casa y ahí está mi madre sentada en el banco en frente de la puerta. La saludo con la mano y entro a la casa. Corro hacia mi cuarto y me quito el insoportable vestido que pesa como dos kilos. Realmente hoy me lo he pasado muy bien y mañana volveré a ver a Michael.
Se asoma por la puerta mi hermana Verónica.
Hola. ¿cómo que hoy no has venido a la clase?
No he podido. Se me ha pasado.
Tras un incómodo silencio Verónica se va sin preguntar nada. Me vuelvo a quedar sola en la habitación cuando llega una criada y anuncia la comida en el Gran Salón con la llegada del papa de la Catedral. Me arreglo lo más rápido que puedo y bajo al salón. Antes de sentarme le hago una reverencia al invitado y me siento al lado de Verónica.
Mi tía me mira y sonríe de una forma un poco extraña y sin hacerle caso sigo comiendo.
Querida, ¿que tal te lo has pasado esta mañana?
La pregunta de mi tía me ha sobresaltado. ¿Qué está ocurriendo aquí?
Me lo he pasado bien dando una vuelta por el mercado.
Si eso no lo dudo, pero me ha parecido verte una mancha en el vestido de
vino.
Ahora no sé que hacer, no pienso mirarme el vestido puesto que ella se dará cuenta de que tiene razón.
Le puedo asegurar de que no he tomado nada, tía.
Terminamos la comida y Gilda me coge del brazo y me lleva a una sala que nuca había visto, es como una buhardilla está escondida detrás de la cocina. No sé lo que pretende hacer conmigo pero por más que me intento dar la vuelta me agarra más fuerte para que no me pueda escapar.
¿¡Qué quiere hacer conmigo!?
Ya no puedo evitar llorar no me dirige palabra y a donde nos dirigimos hace frió y sólo se oyen los pasos que vamos dando hacia la oscuridad.
Dónde me lleva? ¡Por favor dígamelo!
A un sitio donde nadie vuelva a verte querida mía.
¿Pero porqué hace usted esto? Yo no he hecho nada.
Querida sí has hecho y mucho, desde que eras un bebé. Quería que tu madre se deshiciera de ti por lo de aquel escultor, pero veo que tu madre no hace ni el menor caso, así que ya lo haré yo.
¿Pero qué he hecho para que suceda esto?
Yo te lo explico cariño. No entiendo el porqué pero tu padre fallecido quiso dejarte toda la herencia a ti, pensaba que yo era una espectacular mujer, decidió que la herencia la distribuiría yo. La única forma que podía obtener la herencia era o que dejaras la casa y tu hermana fuera la heredera o que tú desaparecieras. Quería llevarme toda la herencia para mí, así sin más.
Eres una embustera, cuando salga de aquí llamaré a los guardias y haré que te arresten.
Sí, ¿y cuando será eso? ¿Cuando nadie pueda oírte?
Abre una puerta pequeña de madera en la que tenemos que ponernos de cuclillas. La codicia de esa mujer estaba a punto de arrebatarme la vida. ¿Cómo pudo mi padre pensar que esa mujer debía distribuir la herencia?
Llegamos al sitio tan esperado para mi tía, hay frío y huele a moho. Veo poco puesto que solo hay una ventana muy pequeña, se puede divisar una tabla de madera a la que se puede llamar cama y nada más, suelo de tierra y más tierra.
Aquí te quedarás el resto de tu vida, asique yo me voy ya.
¡No espera, por favor!
Mi tía sale de la habitación y cerrando la puerta tras de si. Le suplico una vez más que no me deje ahí, pero poco a poco se oyen comos sus pasos se van alejando. Hay silencio y me he quedado sola.
Me empiezo a agobiar, busco formas de salir pero no encuentro ninguna no hay ni comida y ni agua y no creo que me traigan nada. Me siento en la tabla de madera y duermo.
Es por la mañana y me despierta los gritos de una niña, y la vos de esa niña me es muy familiar. ¡Es Verónica! Se le oye muy cerca de aquí me pongo de pie en la tabla de madera y empiezo a gritar su nombre. La voz que oiga ha parado de gritar, aprovecho ese silencio para volver a llamarla.
¿Quien me llama?
Al ver que me ha oído vuelvo a decir su nombre.
Verónica, soy Isabella.
¿Isabella?¿Dónde estás? No te veo.
Tú sigue mi voz.
Sígueme hablando, cada vez te escucho más cerca.
Entonces veo un vestido azul que se posan enfrente del arbusto que tapa la ventana.
¡Verónica estoy detrás del arbusto que está detrás tuya!
Se da la vuelta empieza a mover las ramas del arbusto, hasta que nuestras caras se encuentran.
¿Qué haces aquí Isabella?
Me ha encerrado la tía Gilda por favor pide ayuda a mamá.
¿La tía Gilda? Oh, a sido por mi culpa lo siento, lo siento. Mamá no está se ha ido a dar un paseo por la ciudad.
¿Qué culpa tienes tú? Si mamá no está... ¡Ve a la ciudad! Y pregunta por un tal escultor...
Michel, ¿no?
Sí, ¿cómo sabes tú eso?
No hay tiempo, voy a por él y que te saque de ahí.
Verónica corre a toda prisa. Me he dado cuenta de que estoy situada debajo del bosque.
Pasan las horas y Verónica no vuelve, puede ser que Gilda la haya pillado y ya no me pueda ayudar, se me pasan mil cosas por la cabeza.
¡Son ellos! Los oigo correr y vienen hacia mi.
- Isabella, aquí estoy, me he traído unas herramientas del taller para sacarte de aquí.
- Gracias a Dios, por favor rápido, no me comido ni bebido nada desde que me encerraron y estoy muy débil.
La ventana tiene una especie de verja, pero al estar al aire libre están oxidados y serán más fácil de romper.
¡Ya está! Pero es una ventana muy pequeña, y con el vestido no podrás pasar por ella.
Me quito todas las telas que recubren el vestido y el cancán, definitivamente me quedo en copa interior.
¡Ya! Lo más pesado ya me lo he quitado, ahora sacadme de aquí.
Al estar tan delgada podía pasar fácilmente, con la ayuda de Michael y Verónica me ayudaron a salir. Verónica me abraza mientras que Michael sonríe por el triunfo. Verónica deja de abrazarme y me dice que la culpa la ha tenido ella.
Corremos hacia la casa, Verónica busca a mi tía por toda ala villa y Michael y yo le decimos a un par de guardias que llamen a los alguaciles a que vengan a por mi tía.
Finalmente llegan y mi hermana está en la biblioteca con ella sin que sospeche nada.
Le explico la historia a éstos y nos dirigimos a la biblioteca para que la encierren.
Mi tía se sobresalta por mi presencia, los alguaciles la cogen por los brazos y se llevan.
Mi madre llega a la casa y pregunta por Gilda, nosotras le contamos las historia y Verónica me pidio perdón por que ella había sido la que le había chivado todo a mi tía, pero aún así ella no sabía porque quería saber lo que hacía yo. Verónica me había seguido durante unos días: en la taberna, en el mercado, en el bosque...Pero ya no me importaba y la perdono. Mamá nos está contando a todos Gilda le había contado el por qué de mi ausencia.
¿Quien es este chico Isabella?
Mi madre se refiera a Michael. Y me mira con unos ojos cómplices.
Un muy un amigo mamá.
¿Porqué no se queda a comer?
Me sorprende la pregunta de mi madre, y a la vez estoy muy orgullosa de que no de la menor importancia a que sea un escultor.
Michael acepta y nos dirigimos al Gran Salón para celebrarlo, todos nos comportamos como si nada hubiera pasado.
Hoy es día uno de Enero, y hace un año que pasó lo que os he contado. Hace mucho frío, pero aún así seguimos como siempre. Verónica se ha vuelto más alta y más guapa, mamá sigue con su misma tranquilidad y ha decidido repartir la herencia en parta iguales, de la tía Gilda ya no sabemos nada, y Michael se ha convertido en el mejor amigo que he podido tener jamás. Ahora estoy prometida con un duque, estamos muy enamorados y nos casaremos dentro de poco.
Las cosas cambian mucho de unos años para otros, pero lo importante se sigue mantenido.
Itziar Rodríguez Fernández.

3 comentarios:

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  2. Maestro no se han copiado los guiones, si quieres el próximo día lo entrego impreso.

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  3. No es lo que pedámos: no está enmarcada en ninguna de las tres opciones que pedimos; se supone que estamos trabajando la Edad Media y el Renacimiento, el mundo feudal, guerrero, los reinos de España, las Cruzadas...y yo no veo nada de eso en tu relato. No dudo que escribas bien, tu enorme esfuerzo para hacer este relato , pero no es lo que yo pedía. NOTA:7

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