miércoles, 7 de diciembre de 2011

La codicia, también en la Edad Media


Su padre, era una de las personas más influyentes de Génova. Debido al pago del último contrato que había firmado con el Reino de Castilla, había obtenido grandes beneficios, los cuales gastó en comprar una propiedad para su única hija Isabella.

Ella, ansiosa por embellecer su mansión fue en busca de un escultor de gran prestigio.



Su sirvienta le acompañó hacia una escuela de artes para encontrarse con uno de los maestros escultores, llamado Sandro, al cual intentará convencer para que se encargue de las esculturas que pondría en su residencia.

-Mi señora, el escultor Sandro os esta esperando dentro para hablar con usted.

-Decidle al chófer que me espere, será un instante.

Ella se bajó del carruaje y subió las escaleras de la escuela.
Un joven se cruzó en el camino de la noble con tan mal pie que chocaron y la noble calló.

-¿¡Como te atreves a ponerte en mi camino!?

-¡Si has sido tu la que se a metido en medio!

-¿No sabes con quien hablas, verdad?

-Pues no, tengo cosas mas importantes que hacer que estar perdiendo el tiempo aquí hablando contigo, adiós.

El extraño hombre, siguió hacia su camino sin pedir si quiera perdón a la bella dama, pero la curiosidad de Isabella hizo tragarse su orgullo para preguntarle:

-Espera un momento, ¿de verdad que no sabes quien soy? Soy Isabella Agnelli.

-Encantado de conocerte, yo me llamo Leo. Y siento decirte que no conozco tu apellido. Tengo prisa así que, espero volver a verte pronto, adiós.

Isabella se quedo prendida con su mirada. Era alto, con ojos verdes y muy grandes, cabello castaño, moreno de piel y la nariz achatada. Cuando el se alejó, ella se acordó de que tenia algo pendiente con el escultor Sandro, se dirigió hacia la puerta principal y allí, se encontró al maestro y fue hacia el.

-Buenos días, siento haberle hecho esperar, es que he tenido un pequeño percance, pero ya se ha solucionado.

-No se sienta culpable señorita, cualquier espera se hace corta si al final esta vuestra presencia, vayamos a mi estudio para conversar sobre sus esculturas.

Ya en el estudio:

-¿Tiene alguna idea sobre alguna escultura para su residencia?

-Hasta hoy no lo tenía claro, pero ya lo tengo decidido, me gustaría que hiciese una escultura de aquel joven con el que me cruce.

-¿De que joven habla señorita?

-Pensara que estoy loca, que con una vez que lo haya visto me haya enamorado, pero es así y me pareció tan bello que quiero una escultura de él.

-Dígame, ¿como se llama el muchacho?

-Se llama Leo, pero no se nada mas de él.

-¿Leo? ¿Dónde se lo ha cruzado?

-En la entrada de la escuela.

-Esta bien, sé quien es, es alumno mío en esta escuela.Quizá el podría ayudarme con la escultura como modelo.

-No, prefiero que no se entere de nada, que esto quede entre usted y yo.

-De acuerdo, ¿y el resto de figuras?

- Verá, quisiera que la entrada estuviese presidida por dos columnas con serpientes enroscadas.

-Por supuesto, eso seria fácil de hacer. Será lo primero que tenga usted en su residencia.

-Además quisiera que el jardín estuviese lleno de esculturas de ángeles y fuentes de tres alturas.

-De acuerdo, las fuentes las haré al estilo de nuestra escuela.

-Bueno, me tengo que marchar, ¿Cuándo puedo volver a por ellas?

-Estarán todas en un par de semanas, la que tardará más será la de la escultura humana, me haré cargo de que se la lleve él a su residencia cuando este terminada.

-¡Genial! Así podré conversar con el detenidamente, Gracias por todo Sandro.

-Nada, es todo un placer ayudarla en lo que pueda.

Ella se fue hacia su residencia y esperó ansiosa esa escultura que tanto deseaba.

Pasaron los días y el escultor Sandro le hizo llegar una carta y le dijo que iría Leo hacía su residencia con la escultura.

Tocaron a la puerta y la sirvienta abrió con premura la puerta.

-¿Qué desea el caballero?

-Venía a dejar esta escultura que fue encargada a nuestra escuela de arte.

Isabella apresurada al escuchar que alguien había tocado a la puerta se acercó y al escuchar la voz de Leo, no dudo ni un instante en ir hacia la puerta para hablar con él.

-¡Buenas Tardes! Gracias por acercarte hasta aquí para traerme la escultura que le pedí a el escultor Sandro.

-La traje porque el me lo pidió, ¿Dónde la dejó?

-Déjala apoyada en esta columna, mi chófer se la llevará ahora en cuanto mi sirvienta lo llame.

-Vale, ¡Como pesa! ¿Se puede saber lo que és?

-No, es un pedido especial del cual solo yo podré disfrutar.

-Vale, pues yo ya me voy a seguir con mi deber.

-No se vaya tan pronto, quédese un instante y conversemos, estaría interesada en hacerle unas preguntas.

-Esta bien, aunque no debería porque Sandro me podría reñir.

-Tranquilo, le diré que se quedó conmigo.

Van hacia un enorme salón en el que Leo se queda sorprendido, y decide preguntarle a que se deben tantos lujos. La noble, prefiere decirlo antes de ocultarle más la verdad.

-Esta residencia es de mis padres, ellos son propietarios de estas tierras y son muy influyentes en Génova.

Leo se queda callado, piensa en todas las cosas que le ha dicho a Isabella y piensa que se ha equivocado y que no ha sido precavido a la hora de tratar con ella.

Isabella al saber lo que él piensa decide tranquilizarlo.

-Tranquilo si es por mi estas perdonado, le suele pasar a muchas personas que no me conocen, a mi me parece bien, prefiero mantener mi nivel social bien guardado.

-Gracias, pero creo que debería irme antes de que vuelva a cometer algún error.

-No hace falta que te sientas incómodo de verdad, soy una persona normal.

-Esta bien lo haré por su amabilidad.

Se quedaron horas y horas conversando, parecía que el tiempo no pasaba, ella descubrió cosas sobre él muy interesantes que nunca imaginó que podría saber, parecía que le gustaba aún más si se podía, la suerte estaba de su lado.

Cuando se despidieron, Isabella fue corriendo hacía su habitación donde se encontró la estatua colocada en una esquina. Estaba llena de alegría, y pensó ir a la mañana siguiente a la residencia de una de sus amigas para contarle todo lo ocurrido.

A la mañana siguiente, fue con carruaje, a la residencia vecina, donde le esperaba su gran amiga:



-¡Caterina!

-¡Hola Isabella! ¿Cómo estas? Hace más de dos meses que no se nada de ti…

-Sí, te tengo que contar muchas cosas que me han ocurrido geniales.

-Si quieres, ven en mi carruaje y hablamos, ya que tengo que hacer unos recados en la ciudad.

-¡Vale! Iré encantada.

Al cabo de un rato, allí estaba Caterina e Isabella en el carruaje de Caterina rumbo a la ciudad.

-¿Qué es eso tan interesante que me tenias que contar?

-Es una historia corta pero intensa, hace dos meses conocí a un joven…

Le contó todo la historia con los detalles más insignificantes pero bonitos para ella, y cuando terminó, Caterina se quedó sin palabras.


En el mercado:

Isabella y Caterina estaban en una perfumería cuando vieron a Leo pintando una pared de la calle Mayor.

Caterina en cuanto lo observó dos minutos empezó a sentir algo por él. Isabella decidió ir con Caterina a presentarle a Leo. Hablaron durante varios minutos, Caterina, se había enamorado de él e iba a hacer cualquier cosa por conseguirlo.

Caterina dejó en su residencia a Isabella y decidió contarle a su madre, una persona de bajo nivel social enamorada de un noble muy importante, lo enamorada que se encontraba de Leo.

Su madre, que era demasiado buena, pensó que si Caterina se quedara con Leo haría mucho daño a su mejor amiga y no le pareció correcta la idea.

Caterina al ver que su madre no le ayudaría a conseguir a Leo, fue a conversar con su padre, que era mas estricto y le contó todo. El padre vio mal que su hija más querida por él, se enamorara de un simple trabajador que no merecía su amor, pero tenía bastante claro que ayudaría a su hija a conseguirlo como fuera para hacerla feliz.

Al cabo de una semana, a Leo le llegó una carta que decía que tenía que casarse con su hija Caterina si no quería que le ocurriese nada malo a él ni a su familia.

Leo recordó quien era la muchacha Caterina, pensó rápidamente en Isabella y decidió ir a su residencia a contarle lo ocurrido.

Al cabo de media hora, Leo ya estaba en la residencia de los padres de Isabella y llamó a la puerta.

La sirvienta en ese momento se encontraba comprando los alimentos necesarios e Isabella abrió la puerta, cuando lo vio se alegró tanto que le dio un abrazo enorme. Leo venía con la cara triste e Isabella le preguntó cual era el problema.

Cuando Leo terminó de contarle todo lo ocurrido, Isabella rompió a llorar. Se preguntaba porque su mejor amiga le podía haber hecho eso. Leo en ese momento le dijo que por mucho que se casase con Caterina, nunca la llegara a querer tanto como la quería a ella.
Isabella se fue corriendo hacia su habitación a llorar.
Leo al ver que le había hecho tanto daño, decidió irse y dejarla sola.
Al cabo de siete meses, Leo ya se había casado con Caterina, sin olvidarse ni un instante en ese largo tiempo transcurrido de su amada Isabella. Aún recordaba ese último recuerdo amargo de ella.

Uno de los días de su vida de casado, sin que Caterina se enterase de nada, el se dirigió hacía la residencia de Isabella.

Tocó a la puerta y le abrió la sirvienta. Leo preguntó por Isabella una vez más y la sirvienta le dio la desagradable noticia, Isabella había muerto.

Leo con lagrimas en los ojos le pidió un último deseo a la sirvienta que era ir hacía la habitación de Isabella a recoger algún objeto como recuerdo de ella.

La sirvienta le acompañó a la habitación y cuando llegaron le dejó solo. Cuando entró en ella estaba todo ordenado y hubo una cosa que le llamó la atención, la escultura que le trajo estaba rota y cubierta de gotas de sangre, él se reconoció perfectamente en la escultura.
Entonces entendió que ella se había matado por él y se sintió mas culpable aún. Decidió coger el sombrero con el que la vio en el mercado y se fue corriendo hacía el cementerio donde ella se encontraba.

La lápida estaba muy bien cuidada, con muchas flores.

Leo lloró durante varias horas y cuando se despidió de ella, se fue rápidamente de ese oscuro y tenebroso lugar.


Mª del Mar Rodríguez, 3ºC

1 comentario:

  1. Honestamente, este tipo de temas, amoríos a primera vista, que si sí que si no me quiere y con un final funesto, a mí no me gustan demasiado. Sobre todo porque en esta época hay asuntos más importantes. Además, debería tratarse de un cortejo al estilo medieval, el amor cortés. No veo la reación del título con la historia. Los tiempos verbales están usados con desorden cronológico.
    Hay algunas faltas de ortografía graves.NOTA:6,5

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