martes, 6 de diciembre de 2011

Recuerdos de una niña.

- Mira esta foto, aquí estás tú con dos años.
- ¿Y quién es este hombre que hay a mi lado?
- Era mi tío Claudio, murió hace unos años, seguro que te hubiera gustado conocerlo, era genial, muy simpático y agradable.
- ¿Te llevabas muy bien con él, verdad?
- Sí, siempre me contaba historias que había vivido, y a mí me encantaba sentarme a su lado y escucharlas.
- ¿Te acuerdas de alguna historia?
- Sí, me acuerdo de una que me llamó mucho la intención y que nunca olvidaré. Estábamos en navidad, mientras preparaban la mesa, él me llamó como siempre hacía, con su enorme sonrisa en esa cara algo estropeada por la edad. Era muy fuerte y muy positivo pero hacia ya unos años que estaba enfermo. A mi no me gustaba nada la idea de que se muriese, pero por suerte pudo aguantar más de lo que todos esperábamos, y yo ya era mayor y pude asumir su pérdida algo mejor. Pero, bueno sigamos; me llamó y me hizo sentarme a su lado, me dijo que me iba a contar una historia que vivió cuando era joven. Aún recuerdo exactamente el tono de su voz , recuerdo que empezó diciendo:
- Ven, Carla, siéntate aquí.
- ¿Qué me vas a contar tío Claudio?
- Mira, cuando yo era joven trabajaba de escultor, te acuerdas, ¿Verdad? Pues me acuerdo perfectamente de una vez en la que…
Era una mañana muy soleada y tranquila. Yo tenía solo 16 años y estaba terminando una escultura que me había encargado un vecino del pueblo. La verdad es que era preciosa, se trataba de una bella mujer rodeada de unas ramas con unas flores hermosas. La tienda estaba tranquila. El encargado estaba hablando con un señor, no sé quién era, no lo había visto en mi vida. Su vestimenta era muy elegante y algo estrafalaria. El encargado de la tienda era muy agradable conmigo, no podría llamarle “amigo”, pero desde el primer día en que llegué a trabajar allí me trató genial, además siempre había depositado mucha confianza en mí, y eso era lo que yo más valoraba de él. Cuando aquel hombre se fue, vi a Fabio, mi jefe, muy contento. Se acercó a mí y me lo contó todo, después lo entendí. Resulta que aquel señor era un enviado de Paolo, un noble muy distinguido de Florencia. Al parecer Paolo se iba a casar con Alessandra y quería que hiciéramos una escultura de ella con el vestido de novia. Paolo pensaba que para que nos saliera mejor, deberíamos irnos a vivir a su casa una temporada, para poder observar bien sus gestos y así realizar su escultura mejor. Fabio estaba tan contento, porque ya sabíamos, sin ni siquiera preguntar, que nuestra recompensa iba a ser muy buena. Por eso Fabio y yo quedamos en instalarnos en casa de Paolo a la mañana siguiente. Yo tenía que pedirles permiso a mis padres, pero estaba seguro de que me dejarían, ya que iba a ganar una buena cantidad de dinero e iba a poder ayudar a mis padres a mantener a mis hermanas pequeñas. Mi familia era una familia humilde, mi padre era panadero y mi madre estaba en casa cuidando a mis hermanas. Tal y como yo pensaba mis padres me dejaron, eso sí tenía que ir a verlos todos los días. Yo acepté encantado y empecé a preparar mis maletas.
A la mañana siguiente Fabio me esperaba en la puerta de la tienda. Al parecer Paolo iba a enviar un coche para que nos pasara a recoger. No sé si sería por cortesía o para demostrar lo poderoso que era, pero, en fin, a mi eso me daba igual, lo importante es que no íbamos a tener que ir arrastrando de maletas y de materiales por la ciudad. Al cabo de unos pocos minutos, tal y como había dicho Fabio apareció un coche con un hombre en su interior.
- Buenos días, ¿Es usted Fabio?
- Sí, y este es mi ayudante Claudio.
- Bueno, pues súbanse. Ya les ayudo yo con las maletas.
Aquel hombre parecía simpático, pero su rostro daba la sensación de cansancio. Según lo que nos contó, él era un siervo de Paolo y era el encargado de transportarlo de un lado para otro. También nos dijo que nos hospedaríamos en las habitaciones de los siervos, pero por suerte la nuestra sería la más grande, ya que Fabio y yo la compartiríamos. La casa de Paolo estaba en las afueras de la ciudad, tardamos más o menos media hora en llegar, pero el viaje fue bastante tranquilo.
- Ya estamos aquí, aparco y entramos. Paolo os está esperando dentro.
Tal y como había dicho, entramos y allí estaba Paolo sentado junto a una mujer en unos grandes sillones que había en la entrada. Era como una especie de recibidor.
- ¡Bienvenidos, mis queridos invitados!
- ¡Buenos días! – dijimos al unísono –
- Adelante, sentaros a nuestro lado. Me presento, mi nombre es Paolo y soy el dueño de esta casa, y esta es mi prometida, Alessandra. Como ya sabéis tenéis que realizar una escultura de ella con el vestido de novia. Preferiblemente antes de la boda para poder mostrarla a todos mis invitados.
- ¿Y cuándo es la boda señor Paolo?
- Me puedes llamar Paolo. Por cierto no tengo el placer de conocer vuestros nombres.
- Ah, sí, disculpe, mi nombre es Fabio y este es mi ayudante Claudio.
- Pues muy bien, Fabio, Claudio, bienvenidos a esta estancia. A partir de ahora quiero que os sentáis como en casa. Ahora vendrá mi hija Carolina y os enseñará la estancia y vuestros aposentos. Espero que estéis cómodos, si tenéis algún problema no dudéis en hablar conmigo y si necesitáis algo podéis pedírselo a cualquier siervo que esté merodeando por aquí. ¡Nos vemos!
- ¡Hasta luego!
Ya habíamos hablado con el gran Paolo, la verdad es que tenía ganas de conocerlo, ya que es el noble del que más se habla en la ciudad. Paolo era un chiquillo del pueblo, normal como yo o como tú, pero se caso con Carolina. La hija de un señor muy poderoso. Por desgracia Carolina falleció cuando aún era joven, pero Paolo y Carolina tuvieron una hija, a la que llamaron como su madre. De esta niña no se sabe mucho, ya que al parecer desde la muerte de su madre no sale mucho a la calle, ni tiene muchas amistades. Pero ahora, según había dicho Paolo iba a ser su hija Carolina la que nos enseñara la casa, la verdad es que me moría de ganas de conocerla. También estaba muy contento después de haber hablado con Paolo, no nos había tratado como unos simples siervos, si no como unos importantes invitados. Fabio, no me dijo nada pero sé que él también se había dado cuenta de esto.
- ¡Buenos días! Mi nombre es Carolina y como os habrá dicho mi padre voy a enseñaros la estancia.
Me pilló desprevenido, pero cuando escuché aquella hermosa voz, me di la vuelta en seguida. Al verla me quedé impresionado, ya había escuchado en el pueblo que su madre era una mujer muy hermosa, pero Carolina no tenía nada que envidiarle. Era una muchacha, si una muchacha porque a primera vista parecía de mi edad. A Fabio también le impresionó, pero no tanto como Alessandra, sí, Alessandra la prometida de Paolo, se lo había notado en seguida.
- ¡Buenos días! Mi nombre es Fabio y este es mi ayudante Claudio.
- Encantada de conoceos. Venid por aquí, os enseñaré vuestros aposentos.
Nos llevó, a través de un largo pasillo. Su voz era muy dulce y nos trató muy bien. No sé si tendría la oportunidad, pero seguro que seríamos muy buenos amigos, aunque a mí lo que me gustaría no es exactamente eso.
- Aquí está vuestra habitación. Disculpad que haya tenido que ser una de siervos, pero es que las demás estancias están ocupadas con familiares, debido a la boda que se celebrará.
Cuando dijo eso le cambió la voz y también el gesto de la cara. Al parecer no le hacía ninguna gracia eso de que su padre se casara con otra mujer, pero no le quedaba otra que aguantarse.
- Perdona, Carolina, le importaría decirnos cuando va a ser el gran día.
Me adelanté a preguntar porque tenía ganas de que me conociese, no sé, aunque me estaba viendo, hasta ahora sólo había estado hablando Fabio.
- La boda se celebrará dentro de dos semanas.
¿Dos semanas? Miré en seguida a Fabio, él tenía la misma cara, ¿pero como a podido creerse Paolo que íbamos a terminar una escultura en dos semanas? Definitivamente no íbamos a conseguirlo. Pero bueno, no nos quedaba otra que intentarlo. Al parecer Carolina se dio cuenta de nuestra cara de gravedad.
- Perdonad, ¿os pasa algo?
- No, no, nada – respondimos Fabio y yo-
- En ese caso, os sigo explicando. El desayuno es a la nueve en punto, aunque los criados suelen desayunar a otra hora, vosotros desayunaréis en nuestra mesa. Que no se os olvide, a las nueve en punto, a padre no le gustan nada las impuntualidades. En la mañana deberéis quedar con Alessandra y hacer vuestro trabajo, con ella solo vais a poder estar por la mañana, ya que por la tarde está ocupada. Al medio día la comida es a las dos y media y os digo lo mismo que en el desayuno, sed puntuales. Por la tarde podréis retocar o terminar algo de vuestro trabajo o salir a pasear por el pueblo, como vosotros gustéis. La cena es a las ocho y media. Normalmente después de cenar, a no ser que sea un día especial por algo, deberéis ir a vuestra habitación. Y esto es todo, preparaos que ya pronto es la hora de comer.
- Muchas gracias por todo, Carolina, nos vemos en el comedor.
Tenía razón, eran las dos, teníamos media hora para dejar nuestras cosas y prepararnos para la comida.
La comida, fue excelente y todos nos trataron genial. Por la tarde fui a ver a mis padres y les conté todo lo sucedido. Todo transcurrió tal y como nos había explicado Carolina. En cuanto a ella, pudimos hablar durante las comidas y poco a poco nos fuimos haciendo amigos. Ella me contó, tal y como yo pensaba, que no le hacía ninguna gracia la boda de su padre, pero que qué podía hacer si su padre hacia mas caso ha su prometida que a ella. También me contaba muchas cosas sobre su madre, no sé como ocurrió, pero creo que poco a poco nos fuimos enamorando. Claro que no podíamos decir nada a Paolo, no creo que le hubiera sentado nada bien. Yo en cambio a mis padres si se lo conté, incluso un día les presenté a Carolina. Paolo había salido y ella pudo venir al pueblo sin que se enterase. La escultura de Alessandra iba muy bien, la verdad es que trabajamos bastante duro. Faltaban solo dos días para la boda y la escultura ya estaba casi perfecta. Había conocido al abuelo de Carolina, el padre de su madre, al que tampoco le hacía mucha gracia la boda, pero que había ido para acompañar a su nieta, a la que quería con locura. También había conocido al otro abuelo de Carolina, el padre de su padre. Con él tampoco había compartido muchas palabras, pero por lo poco que lo conozco es un hombre bastante arisco con la gente, aunque eso si, a su nieta la trata muy bien. A este señor tampoco le hacía mucha gracia la boda, no le gustaba Alessandra, le parecía muy poca cosa para su hijo. Al parecer había bastantes personas que iban a acudir a esa boda simplemente por cortesía.
Ya era sábado por la tarde, al día siguiente, al mediodía para ser más exactos, se celebraría la gran boda. La gente estaba preparando los últimos detalles. Los invitados estaban revisando que sus trajes estuvieran bien y haciendo pruebas para ver cuál era el peinado que mejor le quedaba. Fabio y yo estábamos envolviendo la escultura en papel de regalo, ya estaba acabada y la verdad es que estaba perfecta. Paolo y su prometida estaban acabando de preparar todos los detalles, la comida, la música… Carolina ya tenía su vestido, el que, por cierto, yo ya había visto días antes. Ya que los dos estábamos listos, y aprovechando el ajetreo de su padre, salimos a dar una vuelta por los alrededores.
- ¿Nerviosa?
- No, cabreada. Sabes mi padre no me preguntó ni siquiera una vez, mi opinión. “la otra” me cae fatal, nunca había intentado que fuésemos amigas, al contrario siempre me había restregado que mi padre la quería mas a ella.
- Bueno, pero nosotros nada podemos hacer. Además mira el lado bueno vamos a celebrar una fiesta fantástica, tu vas a estar preciosa con tu traje nuevo, a mí, espero, me felicitaran por la escultura, y vamos a estar los dos juntos y nos lo vamos a pasar a lo grande.
- ¿y después de la boda te irás?
Es verdad, tenía razón nunca me había parado a pensarlo, que pasaría después, la verdad es que no tenía ni idea pero eso no podía decírselo.
- Pues nada que va a pasar, que yo me iré al pueblo, a casa de mis padres y que tú vendrás a verme todas las tardes y cuando no puedas pues le pediré permiso a tu padre para verte.
No sé si le convenció, pero por lo menos no estaba triste. De repente empezamos a escuchar unas voces tremendas que provenían de casa de Paolo. Nos miramos y sin dudarlo ni un segundo, fuimos corriendo a ver qué pasaba. Al primero que me encontré en la puerta fue a Fabio.
- ¿Qué pasa? ¿Qué está pasando? – Dijimos Carolina y yo algo acelerados-
- No lo sé, nadie lo sabe. Paolo está arriba. Al parecer unos siervos avisaron a Paolo de algo y el subió corriendo. A partir de ahí solo se han escuchado voces.
Carolina iba a subir a ver qué pasaba, ya que estaba muy preocupada de que algo malo le hubiera pasado a su padre. Yo temía molestar, a si que tenía pensado quedarme abajo, pero Carolina me agarró del brazo y me hizo subir para arriba. Subimos acelerados. Aunque estábamos cansados, ya que su padre se encontraba en la tercera planta, no paramos de correr. Llegamos al pasillo de la tercera planta. Al fondo, justo en frente de la habitación de Paolo y Alessandra había mucha gente. Sin duda alguna nos dirigimos hacia allí.
- ¡Paso, paso, por favor!
- ¡No, niños, mejor que no entréis! – Nos dijo un siervo-
- ¿Pero por qué? Quiero saber que está pasando, quiero saber si le ha pasado algo grave a mi padre. ¡Tengo derecho a entrar! ¡déjame, déjame!
- Por favor, Carolina, cálmate, si nos han dicho eso por algo será. Venga cálmate.
- ¿Pero cómo quieres que me calme? Mi padre está en una habitación, miles de personas expectantes en la puerta, la mayoría con cara de que hubiera pasado una desgracia total y para colmo no me dejan entrar.
- Vale, tienes razón, llama a tu padre para que te explique qué está pasando.
- ¡Papá!! Papá! ¡papá!- dijo a voces-
- Ya voy hija, ya voy.
Jamás había escuchado la voz de Paolo tan triste, tan sorprendida, tan… Créeme, es muy difícil de explicar. Salió llorando de la habitación, Carolina fue a abrazarlo corriendo.
- ¡Atención! ¡Atención todos! Os espero en los sillones de la entrada. Creo que os merecéis una explicación.
- ¿Pero papá?
- Papá nada, Carolina. Claudio acompáñala al recibidor, allí os explicaré todo.
Todos estábamos muy nerviosos. Bajamos más corriendo aún de lo que subimos. Todos estábamos esperando escuchar las explicaciones del señor Paolo.
Nos sentamos junto a Fabio. Por fin llegó Paolo. La sala se quedó en un completo silencio. Paolo comenzó a hablar. La voz se le trababa.
- Hoy a las seis y cuarenta y dos, exactamente, estaba en la cocina hablando con el señor que organizaría el banquete de la boda. Uno de mis siervos me llamó muy preocupado. Me dijo que debía subir de inmediato a mi habitación. No entendía nada, pero obedecí, por su tono de voz y su expresión de la cara no parecía estar bromeando. Al llegar a la habitación, me encontré a Alessandra...
Tuvo que parar porque rompió a llorar.
- Perdónenme. Alessandra estaba en la habitación. Tumbada en el suelo. Un charco de sangre la rodeaba. Me acerqué y pude ver una herida de bala en su cabeza. A partir de ahí todo fue un caos. – comenzó a ponerse serio y a elevar la voz- Pero una cosa quiero decir. Aquel que haya matado a mi prometida pagará. Pagará muy duro.
Aparecieron varios policías en la sala. Me asusté por un momento. Pero al ver la cara de Carolina se me partió el alma.
- ¡Atención! Nadie puede salir de esta estancia hasta que nosotros demos permiso. A continuación vamos a iniciar los interrogatorios.
Todos permanecimos allí. Empezaron a sonar murmullos. Fabio y yo nos miramos. Después miré a Carolina. Estaba llorando.
- No te preocupes todo va a estar bien.
- Yo no la quería, pero no quería que se muriese, ¿Lo sabes verdad? ¿lo sabes…?
- Claro que lo sé. Vamos cálmate.
Pero claro como se iba a calmar. Alessandra estaba muerta. Yo también estaba muy impresionado. Cuando Paolo dijo que nos tenía que contar algo. Nunca imaginé algo semejante. Y por otro lado, no tenía ni idea de quien había podido cometer dicha locura. No se me ocurría nadie que hubiese sido capaz de algo tan atroz. Era verdad que había muchas personas que no le querían demasiado, pero para tanto…
Una vez interrogados cada uno de nosotros. Una vez que los policías habían hablado entre ellos. Apareció uno y comenzó a hablar.
- Bueno, ya hemos acabado los interrogatorios – su voz era firme y algo elevada- todos y cada uno de vosotros podríais haber sido perfectamente los asesinos. Todos tenéis cuartada, pero a la vez todos tenéis algún motivo para haberla matado. Al principio nuestro principales sospechosos fueron, Carolina, la hija de Paolo – todos la miraron a la vez- ya que no le gusta la idea de que su padre se case con otra mujer que no sea su madre, pero la descartamos. Ella no estaba ni siquiera en la estancia cuando ocurrió, además en su interrogatorio hemos notado que es sincera y que lo estaba pasando realmente mal porque no soporta ver a su padre sufrir, por eso pensamos que nunca haría nada que lo perjudicara. El padre de Carolina, la difunta esposa de Paolo, pensamos que podría hacerlo por despecho, porque no quería que se remplazara a su hija, pero lo descartamos porque como ya sabemos adora a su nieta y jamás haría nada que pudiese hacerle mal, además ni siquiera vivía aquí, solo venía de visita de vez en cuando. El padre de Paolo, porque Alessandra nunca le había gustado, le parecía poca cosa, pero él es un hombre al que le importa mucho el qué dirán y por eso quería que su hijo se casara, fuese con quien fuese. Nuestra última opción era el suicidio, pensamos que se había podido agobiar por todo lo que una boda conlleva. Pero ninguna de nuestras hipótesis ha podido ser demostrada, mejor dicho todas nuestras opciones han sido eliminadas. A sí que hemos decidido abandonar el caso hasta que no haya nuevas pistas o hasta que alguien confiese.
- Pero, bueno – dijo Paolo- No me lo puedo creer, como es posible que alguien haya hecho semejante cosa y se quede tan tranquilo.
- No tiene derecho a juzgar nuestras decisiones. Nosotros nos vamos, tengan un buen día.
Y se fueron tan tranquilos dejándonos allí con la incertidumbre de saber más, con la pena de haber presenciado una muerte y haber perdido a una persona, con el silencio, porque nadie sabía que decir ni que hacer, porque no había forma de consolar. Allí nos dejaron a todos, destrozados, maldiciendo a la policía y al poco esfuerzo que habían hecho, claro como ellos no la conocían. Yo mire a Carolina y la abracé, acto seguido ella fue corriendo hacia su padre. Me daba pena, sinceramente, por esta familia a la que la muerte le ha jugado una mala pasada en varias ocasiones…
- ¡Carla, Claudio a comer! Que la mesa está ya puesta. ¡ vamos! Que a este ritmo llega año nuevo y todavía no hemos celebrado la navidad…
- ¿y después? ¿Qué pasó mamá? ¿Qué paso con Carolina? ¿y con Alessandra?
- Pues, la verdad es que no lo sé, como ya sabes la tía no se llama Carolina, es más no es Carolina. Por lo que tío Claudio no se casó con ella. La verdad es que los tíos vivían lejos y los veía muy poco, cuando los veía le preguntaba a tío Claudio, pero en seguida me di cuenta de que no le gustaba hablar de ese tema. Y claro nunca le pregunté a mi tía porque me dio cosa, no quería preguntarle por un antiguo amor de Claudio, siempre pensé que le hubiese sentado mal. Pero ahora, la verdad es que me arrepiento de no haberle preguntado, porque ya sí que es verdad que nunca lo sabremos.
- Pobrecita familia, yo no sé qué haría si tu no estuvieses.
- Anda no pienses en eso.
- ¿Mamá quien es esta mujer que está al lado de tu tío y de tu tía en esta foto, en la fiesta de mi cumpleaños?
- Pues nunca me había fijado. Ahora mismo no la reconozco.
- ¿Será Carolina, mamá?


Ana Fernández 3ºC

1 comentario:

  1. Buen trabajo y muy trabajado. Técnicamente, la narración es casi perfecta. Quizás, por poner un pero, el planteamiento de la historia es muy largo.
    Hay un pequeño problema: es una historia moderna(fos, coches, papel de regalo...) no es medieval como pedíamos. Sin embargo, hablas de siervos; es un poco chocante.
    Por cierto, no se pone raya de diálogo al final de la intervención de un personaje.
    NOTA: 9,5

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