miércoles, 7 de diciembre de 2011

La vida por don Felipe

La vida por             don Felipe





-¡Ya están llegando!- exclamo uno de los monjes.
-Pues recibamos a nuestros invitados.- Dijo don Felipe
-Perdone, ¿recibir a quien?- Pregunte
-¿Es que no lo sabe? El mismísimo Alfonso de Barca va a visitar nuestro monasterio. – Me contesto don Felipe.
     No sabía como tomármelo. Se conocía por ser muy cruel, y el no era el rey mas amamdo del reino. Sabia que si venia, era por una buena razón. Pero don Felipe era una persona demasiado buena para tratar al rey Alfonso de Barca como el trataba a los demás.
-Esta es la visita mas importante de todas que hemos recibido, y quiero que el rey se quede satisfecho.- Dijo don Felipe.
-¿Por qué se preocupa tanto?- pregunte. Se notaba que don Felipe se estaba poniendo nervioso.
- Ve a recibir al invitado.- Se notaba que no quería contestarme, e intentaba cambiar de tema.
  El monasterio seguía como siempre pero todos se preocupaban por no meter la pata en alguna acción, que pudiera enfadar al rey.
   Una semana pasada desde la visita de Alfonso de Barca, por el monasterio se empezaron a oír cotilleos sobre la razón de la visita. Y la que mas adecuada me parece es que el rey quería comprar estas tierras. Ya se conocía la respuesta de don Felipe. El nunca aceptaría una oferta así, sea la que sea la suma.
   Los cotilleos fueron verdaderos, y pasó lo que se suponía. Estaba claro que el rey se iba a enfadar. Pero, por una razón desconocida, eso no paso. Al rey no le afecto el rechazo de don Felipe.
   El rey seguía de visita. Y un anochecer cualquiera, mientras que pasaba por los pasillos del monasterio, vi una puerta abierta. Me asome, y era el cuarto de invitados, que estaba ocupada por el rey. Nunca haría una cosa así, pero entre. Había un escritorio lleno de papeles, cartas y notas. Le eche un vistazo superficialmente. No había nada importante. Pero una carta si que me llamo la atención. Se notaba que el rey intentaba esconderla deprisa. La saque, la abrí y le eche un vistazo. Estaba más que claro. El rey quería matar a don Felipe para llevarse sus tierras. Sabia que si le comunicaba la noticia a don Felipe. No iría a hacer nada. Diría: “Algún día iba a llegar mi hora”.  Se lo tendría que contar a alguien que pudiera actuar.
  Justo al salir de la habitación, me encontré a los guardias del rey. Pensé que no se daría cuenta de que he salido del cuarto del rey, pero justo eso paso.
  -¡Ee, tu! ¿Que estabas haciendo allí?- me dijo uno de los guardia con voz amenazante.
  En ese instante sabia que tenia que escapar del monasterio. Pues eso hice. Salí corriendo. No sabía a donde.
  Con diferentes gritos de los guardias y de otros monjes, escape del monasterio. Sabía que iban a perseguirme y que tenía que esconderme. Y en febrero, no hay mejor lugar para esto, que el bosque.
  Y allí estaba. Escapando de los guardias del rey Alfonso de Barca. Con la declaración suya de que iba a matar a nuestro señor, don Felipe, en un bosque del reino de Aragón.
   Los primeros días me concentre en alejarme lo máximo del monasterio. Pero en los siguientes días empecé a sentir el hambre y el cansancio.
  Conseguir alimento era fácil, ya que el monasterio estaba muy cerca del bosque, pero yo en mi vida he salido del territorio sagrado. Y todo esto me resultaba bastante difícil de aceptar. Con la ayuda de Dios pude conseguir algo de alimento, suficiente para sobrevivir dos días más.  Pero sabía que no me iba a servir de nada.
  Habían muchas situaciones bastante violentas. Con todas fuerzas que tenia, intentaba llegar a Zaragoza. Pero llego el momento que temía. No podía moverme. Nunca he sentido algo así. Era incapaz ni de abrir los ojos. Por un momento pensé que iba a morir. Pero, empecé pedir ayuda a Dios. Fue lo último de lo que me acuerdo.
  Abrí los ojos. Y me di cuenta de que seguía vivo. Era un milagro. ¡Estaba vivo! Estaba en una casa pequeña y húmeda. Estaba tumbado en una cama bastante incómoda. Justo cuando quise levantarme, por la puerta entro un personaje bastante curioso.
-¡Eeeeeeee! Se ha despertado. Pensé que estabas muerto.- Dijo este, con un acento bastante extraño.
-Buen hombre, me podría decir donde estoy.-Intente ser respetuoso.
- Estas en mi casa, donde sino ibas a estar.
  En este instante me acaricio un olor delicioso. Estaba mucho más que hambriento. En ese instante me sentí muy incomodo.
Sabia que tenia que pedirle algo para comer, pero me calle, teniendo miedo al rechazo.
-Me imagino que tienes hambre.
   Trague saliva y dije una voz baja:
-Si…
-Ven.- El me llevo a la cocina. Había una pequeña mesa de madera en la que había carne asada.- No tengas vergüenza, come.
  Me sentía muy incomodo, pero este hombre parecía amable. Pero al dar el primer bocado, me sentí aliviado.
-¿Y como es tu nombre?- me pregunto
  Intente masticar rápido para responder:
-Carlos…Carlos García.
- Yo me llamo Juan Serrano. Encantado.- De repente se pone serio, y empieza a mirarme.-Eres monje, verdad.
-Si.
-¿Y que hacías en el bosque?
  Le conté todo lo que me había pasado. El me apoyo en que tenía que ir a Zaragoza.
  El me conto que también fue monje. Pero fue expulsado del monasterio, por razones que ni ahora comprende. Desde ese momento vive en el bosque. Dice que es el lugar mas apropiado para el. Este lleva aquí ya 15 años.
 
Me encanto encontrar compañía en un lugar como aquel. Pero tenia que concentrarme en mi camino. Sabía que el ejército del rey Alfonso de Barca, iba a buscarme, y que pasaría por esta zona.
  Pero por diferentes razones, no pude hacerlo. Creo que me gusto demasiado su vida. Todo el siguiente mes me pase al lado suyo. En un momento me acorde que don Felipe esta en peligro, y tuvo que irse.
  Con todo que había aprendido de la supervivencia en el bosque, seguí mi camino. Pero haberme quedado tanto tiempo con Juan Serrano, afecto mucho mi viaje. Sabía que el ejército del rey me estaba pisando los talones. Me tenia que dar prisa o todo lo que había hacho no iba a servir para nada.
  Una noche, empecé a oír ruidos extraños, no apropiados de un bosque. Eran voces eran muchas voces. “Están aquí”, me dije a mi mismo. Me levante rápidamente, y empecé a correr como nunca lo había hecho en toda mi vida. Y aunque creía de verdad que iba a poder escapar y poder salvar a don Felipe, no fue suficiente para escapar de los guardias.
  Me alcanzaron. Me tiraron al suelo y me agarraron. Me empezaron a doblar la muñeca para que no resistiese.
 En ese momento intente inventarme la mínima escusa para que me dejaran
-¡No se quienes sois ni que queréis de mi!- Grite esperando que alguien se lo crea.
-¿Y por que corrías?- Me pregunto uno de los guardias
  Iba a contestarle, pero lo mío no es mentir, así que me quede si ideas.
-¡Venga lleváoslo!- Grito uno de ellos
   Me metieron en una carroza. No había ni el mínimo sentido de preguntar a donde me llevaban. Ni me esperaba que me vayan a responder. Creo que la única ventaja de todo esto fue que pude dormir, aunque sea un rato.
  A la mañana siguiente me encontré encarcelado. Me imagine que estaba en el castillo del rey Alfonso de Barca. Estuve encarcelado durante 17 días. No fue tan malo. Lo malo fue que no sabía que iba a pasar ahora. “¿Qué van a hacer conmigo?”, me lo preguntaba a todas horas todos los días. Todo el tiempo restante lo emplee para rezar. No por mí, sino por don Felipe.
  Ya al decimoséptimo día, pronto por la mañana me sacaron de la cárcel, y tras haber recorrido una gran cantidad de túneles y escaleras. Y aquí estoy. No se lo que me va a pasar. Estoy recordando esta etapa de mi vida. Estos dos meses y pico. Y lo único que se es que estoy en una sala de tortura.
  Antes de nada, me preguntaron, donde estaba la carta.
  Tenía mucho miedo, y por eso me entregue rápida mente:
-Ee…en la bolsa…por favor, no me hagan nada.- Me está temblando la voz. No puedo hablar. Solamente puedo pensar en que no debería haber mirado ese cuarto, y en la ayuda de Dios.
  Uno de los guardias miro en la bolsa.
-Aquí no hay nada.
Allí me asuste. No me puedo ni imaginar  donde puede estar la carta.
  Se que era el fin. No puedo darles lo que ellos quieren.
  En momento me relaje, y estoy sintiendo que me estoy muriendo. Cierro los ojos, y…
Me gustaría haber vivido un poco más para saber que paso con la carta. La carta se la llevo Juan Serrano, que estaba mas que seguro de que no iba a llegar a Zaragoza. Por eso lo decidió hacer el. Y le entrego la carta al rey José Pablo ll, y el rey Alfonso de Barca, fue quitado del trono, y severamente castigado.
  Y ahora don Felipe, reza cada día por Carlos García, el hombre que le salvo la vida.



                                                                              -Adam El Bardi 3ºD

1 comentario:

  1. La historia no está mal. Al principio es algo liosa, pero se va aclarando después.
    Muchas faltas de ortografía, algunas concordancias mal hechas y sobre todo, mal empleo de los signos de puntuación.
    NOTA:8

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